La política no solo es cuestión de emociones, sino que son matemáticas. En especial, si atendemos a los sondeos electorales que se han publicado en las últimas semanas y que auguran que los comicios vascos que se celebrarán mañana serán unos de los más reñidos de la historia. Algunas de las encuestas apuntan incluso al empate técnico entre PNV y EH Bildu por lo que la composición del Parlamento Vasco podría depender de un puñado de votos.

El único dato definitivo en las elecciones vascas es que están en juego los asientos de los 75 parlamentarios que conforman la Cámara Vasca. La composición final del Parlamento Vasco no la conoceremos hasta que termine el recuento electoral y dado lo ajustado que se augura, el resultado definitivo podría retrasarse varios días hasta que se contabilice el voto CERA, el de los vascos que residen de forma permanente en el extranjero, y el voto ERTA, el de aquellos ciudadanos que se encuentran viviendo fuera de Euskadi de forma temporal.

A priori, todos los votos deberían tener el mismo peso, pero la ley electoral vasca de 1990 establece que, para acceder al reparto de escaños en el Parlamento Vasco, las candidaturas deberán alcanzar una barrera mínima del 3% de los votos válidos emitidos en cada circunscripción. Así, si una candidatura no logra alcanzar ese objetivo, quedará excluida inmediatamente. Aquí radica la primera diferencia del sistema electoral vasco respecto al estatal que establece la barrera mínima en el 5% de los votos.

Históricamente se ha comprobado que esta obligatoriedad de alcanzar un mínimo de votos para acceder al reparto de escaños perjudica a los partidos que, a pesar de lograr un número de votos considerable, cuentan con un voto diseminado. Las encuestas electorales advierten de que después de su ruptura y de concurrir por separado a las elecciones del 21 de abril, Elkarrekin Podemos y Sumar Mugimendua podrían quedarse sin representación en el Parlamento Vasco por no alcanzar el 3% mínimo en ninguna de las circunscripciones.

Ley d’hont

Una vez superado el umbral mínimo, en Euskadi al igual que en el Estado, el reparto de escaños se establece mediante el método D’Hont. Las candidaturas se ordenan de mayor a menor en un cuadro en función del número de votos que han obtenido. En esa tabla se irán dividiendo los sufragios de forma sucesiva entre uno, dos, tres etc., hasta hacerlo entre el número total de escaños asignados a la circunscripción. El resultado final será el número de representantes que obtiene cada candidatura, haciéndose el redondeo por lo alto. En caso de empate el representante se otorga a la formación que más número de votos ha obtenido. El método busca garantizar proporcionalidad, pero beneficia a las formaciones grandes porque intenta establecer mayorías suficientes que garanticen la gobernabilidad.

Araba, la clave

La segunda gran diferencia entre el modelo electoral vasco y el estatal es que las tres circunscripciones tienen el mismo número de representantes, 25 cada territorio. Y esto es así en virtud el artículo 26 del Estatuto de Gernika que establece que en Euskadi hay tres circunscripciones, una por cada territorio histórico, y otorga a cada una de ellas la misma representatividad, sin tener en cuenta cuál es su peso poblacional.

Si atendemos al último censo electoral, Bizkaia cuenta con 945.874 personas con derecho a voto; Gipuzkoa con 587.709 y Araba solo con 261.623. Se constata que el voto del territorio alavés tiene mucho más que el de Bizkaia. Uno de los mayores exponentes de esta desigualdad se mostró en las elecciones vascas de julio de 2020 cuando Vox solo necesitó 4.734 votos en este territorio para obtener un representante en el Parlamento Vasco. Además, el 50% de los parlamentarios que obtuvo hace cuatro años la coalición formada por PP y Ciudadanos (3 de 6) fueron por Araba a pesar de que sus apoyos en este territorio solo supusieron el 24% de sus votos totales. Todos los sondeos apuntan a que la diferencia de votos entre PNV y EH Bildu será muy escasa en Araba.El hecho de que las encuestas arrojen un resultado incierto en ese territorio llevan a pensar que la clave para alcanzar la victoria en las elecciones está en manos de los alaveses.

Recuento de votos

Lo ajustado del resultado que se espera en las elecciones de este domingo podría retrasar la asignación definitiva de escaños. El reparto que se difunde tras el recuento de la noche electoral es el que corresponde a la suma de los votos depositados en las urnas de los colegios electorales y del voto por correo, pero a estos hay que añadir el voto CERA y el ERTA, que en ocasiones tarda en contabilizarse varios días. Hasta que estas papeletas procedentes del extranjero no está incluido, el resultado no es definitivo.

En varias ocasiones el voto de vascos que residen de forma permanente en el extranjero y el de aquellos que lo hacen de forma temporal han alterado la asignación de representantes a las candidaturas. El caso más reciente en unas elecciones vascas es el que tuvo lugar tras los comicios de julio de 2020, cuando PP+Cs arrebató a EH Bildu el escaño que ha ocupado el representante de Ciudadanos Carlos Gordillo esta legislatura. Tras el recuento del voto en el extranjero y una corrección en el registro de una mesa electoral de Bilbao, la izquierda abertzale perdió por apenas un centenar de votos un representante que le había correspondido la noche electoral.

Este vaivén de escaños no es excepcional, en las elecciones de 2016 el voto extranjero arrebató un escaño al PNV, esta vez en beneficio de EH Bildu, mientras que en las generales de noviembre de 2019 el PP se quedó con un representante que el recuento provisional había otorgado a los jeltzales. Fue el único escaño en el Congreso que obtuvieron los populares por Bizkaia, y de nuevo gracias al voto CERA.

Indecisos

Otra variante de los comicios de este domingo es la coincidencia de todas las encuestas en augurar un alto porcentaje de indecisos que rondaría el 20% a una semana de la jornada electoral. Los partidos políticos han intentado captar hasta el último minuto a estos votantes que tienen claro que irán a votar.

La abstención también puede ser un elemento decisivo. Todas las encuestas vaticinan que rondará el 39%, un porcentaje sensiblemente inferior a la histórica abstención del 52,8% alcanzada en 2020 cuando las elecciones se celebraron en plena pandemia, pero más alto que el 35% de media que se ha contabilizado en los distintos comicios de la última década.

El porcentaje de vascos que no acuden a votar se ha mantenido al alza en las últimas citas electorales. El presidente del Euzkadi Buru Batzar del PNV, Andoni Ortuzar, ha afirmado durante la campaña electoral que una participación del 60% beneficiaría a EH Bildu y, por el contrario, si se alcanza el 65% favorecería al PNV.

Porcentajes aparte, lo que parece claro es que cada voto será decisivo en las que se auguran las elecciones más reñidas en Euskadi en las últimas cuatro décadas.