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Cuando la vida te da golpes, al principio te quedas perplejo, aguardando a ver qué ocurre, pero luego te levantas. En el caso de la joven catalana Inés Grau, esta filosofía resume a la perfección su vida diaria. A sus 24 años, nunca imaginó que un buen día llegaría a coronar los 5.895 metros del monte Kilimanjaro, en Tanzania, más aún cuando hace siete años fue diagnosticada de esclerosis múltiple -la enfermedad neurológica más frecuente entre adultos jóvenes que solamente en Euskadi afecta a más de 2.200 personas-, un hecho que le cambió radicalmente la vida, pero que, sin embargo, le ha servido para superar sus miedos y cumplir el reto de ascender al punto más alto de África.
La pesadilla de esta catalana comenzó a los 17 años. A esa temprana edad, una repentina parálisis facial la llevó directamente a urgencias y, tras someterse a un profundo y exhaustivo examen médico, los doctores que la atendieron confirmaron uno de los peores diagnósticos posibles: esclerosis múltiple. "La primera vez que lo escuché me sonó muy mal y, claro, el primer pensamiento que tuve fue que iba a acabar en silla de ruedas pero, poco a poco, pasé del negativismo absoluto a darle la vuelta", relata a Efe esta joven recién licenciada en Psicología.
El ambicioso reto de Inés en el continente africano comenzó a fraguarse hace relativamente poco en un congreso en Alemania. Fue allí donde tuvo la oportunidad de conocer a Lori Schneider, una aventurera de 56 años afectada por esta enfermedad y fundadora de Empowerment Throught Adventure, que organiza retos para personas con algún tipo de discapacidad o limitación física. En ese momento, Schneider propuso a Inés que se uniera a un grupo formado por 10 personas que padecían su misma enfermedad y por 4 enfermos de Parkinson que en julio tenía el objetivo de ascender al techo del continente africano.
Sin dudarlo ni un momento, Inés aceptó la propuesta de la alpinista alemana -en cuyo envidiable palmarés atesora las siete cimas más altas de los cinco continentes- y fue entonces cuando emprendió el reto previo de prepararse tanto física como mentalmente para tratar de coronar los 5.895 metros del monte Kilimanjaro y transmitir, de esta manera, un mensaje de optimismo a las miles de personas que, al igual que ella, conocen mejor que nadie las limitaciones a las que enfrenta esta enfermedad.
Después de meses de espera y una preparación acorde con el reto que tenía entre manos, el pasado 12 de julio Inés y sus trece compañeros diagnosticados de esclerosis múltiple y Parkinson emprendieron, junto a 15 acompañantes, la ansiada ascensión al Kilimanjaro para demostrar al mundo que, pese a las debilidades físicas, muchas veces lo único que limita a las personas son las barreras mentales. "El objetivo de esta aventura era enviar el mensaje de que poniendo un pie delante de otro y tomándotelo con calma sin perder la energía y la esperanza, se puede llegar a lo más alto", destaca la joven catalana.
Tras seis largos días de ascensión, el grupo de aventureros liderado por la veterana alpinista Schneider logró coronar el pasado 12 de julio la cima que tantos meses llevaban preparando y, de paso, lanzar con más fuerza que nunca el mensaje de que con esfuerzo y dedicación es posible superar las trabas de una enfermedad que, como ella misma reconoce, "siempre va a estar ahí". Ahora, tras superar con éxito esta aventura, el próximo reto de Inés es encontrar trabajo, ya que, tal y como cuenta sonriente, "puede ser algo más complicado que subir el Kilimanjaro".