LA modernidad se abre paso entre las piedras de la historia. Es probable que haya de ser así, que no quede más remedio. Pero la estación de Atxuri que puso fin hace bien poco a 107 años de funcionamiento fue una de las grandes puertas de entrada a la villa -sin ir más lejos, allí desembarcó José Ángel Iribar a su llegada a Bilbao, al Athletic donde haría leyenda, un punto pasmado por el gris que rodeaba al histórico edificio...-, uno de los edificios más singulares de la villa.

La estación de Atxuri es uno de los grandes edificios de Bilbao. Construida hace algo más de cien años es hoy, junto a la terminal de La Concordia de la extinta Feve, una de las construcciones públicas más singulares de la capital vizcaina. Inaugurada el 23 de febrero de 1914, su arquitecto Manuel María Smith, un bilbaino con raíces irlandesas nacido a pocos metros de su gran obra, expone en su ecléctico edificio todo el saber arquitectónico con el que brilla el estilo neovasco y el auténtico señorío de la villa. La nueva estación de Atxuri sustituía a la terminal original de 1882, demasiado pequeña para hacer frente al constante incremento de tráfico de la línea de la sociedad de los Ferrocarriles Vascongados. Esta se constituyó en 1906, tras la integración de tres líneas que previamente ya contaban con tráfico combinado y explotaciones conjuntas: la Compañía del Ferrocarril Central de Vizcaya de Bilbao a Durango, constituida en 1880, la del Ferrocarril de Durango a Zumárraga (1884) y la de Elgoibar a San Sebastián (1891). Desde el 9 de septiembre de este mismo año la terminal de Euskotren diseñada por el arquitecto Manuel María de Smith en 1910 y fundada por Ferrocarriles Vascongados ve cómo los trenes procedentes de Bermeo que aún llegaban al emblemático edificio ribereño son desviados en Kukullaga para entrar por los túneles de la línea 3 de metro. Los convoyes que parten o llegan a este rincón de Bilbao han dejado de utilizar estas centenarias instalaciones.

Continúan en las dependencias de Atxuri la labor del centro de control del tranvía y las oficinas centrales de Euskotren, en las que trabajan más de 120 personas, incluida la dirección. En la estación terminal de Atxuri, de tres alturas, Smith decidió inspirarse en residencias urbanas vascas tradicionales, que estaban en consonancia con la ubicación cercana al Casco Viejo de la capital vizcaina y la vocación urbana que quería imprimir a lo que hasta entonces había sido uno de los principales arrabales de Bilbao. De carácter ecléctico, la terminal es un edificio regionalista, basado en la tradición popular, con cierto toque de la arquitectura vasca y cántabra, y que intercala elementos propios de caseríos, casas-torre y demás. Con esta construcción se impone lo autóctono popular a las preferencias cultas. Encima de la entrada principal, en la calle Atxuri, aún puede contemplarse un blasón con los tres escudos de los territorios que hoy forman la Comunidad Autónoma del País Vasco, un cuarto emblema con las cadenas de Navarra y la inscripción “Ferrocarriles Vascongados”.

El cese de la actividad ferroviaria supone la liberación de un espacio que el barrio reclamaba. Desde la asociación vecinal Lokomotorak recuerdan que en los tres últimos años de actividad han hecho “de todo”; desde un jingle basado en el Imagine de John Lennon hasta un elaborado proceso participativo que contó con el asesoramiento de Parte Hartuz, el grupo de investigación de la UPV-EHU, pasando por “multitud de charlas, visitas guiadas y campañas”.

El Euskal Trenbide Sarea (ETS), el ente que gestiona la construcción y mantenimiento de las infraestructuras ferroviarias vascas, anunció el pasado mes de agosto su intención de iniciar la remodelación de la planta baja, así como reformar el espacio que ocupan actualmente los andenes para acoger una renovada parada del tranvía cuyo trazado se prolongará hasta Bolueta.

La escuela de Atxuri se ha revelado como la principal preocupación de un barrio atravesado por uno de los principales accesos a la ciudad, la Avenida Miraflores, que toma el nombre del barrio a la altura del Paseo de los Caños, el tranvía y el servicio de autobuses de Bilbobus que convergen en la Escuela García Rivero. Así, el vecino edificio histórico proyectado por Pedro Ispizua y edificado en 1928 se encuentra encajonado por vehículos pesados. En uno de sus laterales, el colindante a la estación, se encuentra la parada inicial del tranvía. Al otro lado, desde hace algunos años, el Muelle de Ibeni se utiliza como improvisada cochera, donde hasta cinco autobuses esperan su próxima salida en la travesía paralela al Puente de San Antón. Y justo delante de la escuela la calle Atxuri, con circulación en ambos sentidos y el carril del tranvía entre los dos.

No hay que olvidar que el barrio de Atxuri, uno de los rincones con más solera y más txirenes de Bilbao, agrupa en muy poco espacio tres relevantes edificios de principios del siglo pasado. La ya citada estación de Atxuri, proyectada en 1910 por Manuel Maria Smith en un concurso para la Compañía de Ferrocarriles Vascongados. El otrora Nuevo Hospital de Bilbao y después Casa de Artes y Oficios construida en 1829 (quedan para la historia los nombres de Francisco Durrio, Federico Sáenz, Nemesio Mogrobejo, Quintín de Torre, Higinio de Basterra, Moisés Huerta, Mateo Inurria, Valentín Dueñas, Mamerto Segui, Ángel Larroque, Alberto, José y Ricardo Arrúe entre otros y alumnos de la Escuela esculpieron el mausoleo a las víctimas del incendio del Circo del Ensanche en 1915) es hoy Instituto de Enseñanza Secundaria Emilio Campuzano y por último la Escuela Maestro García Rivero. La historia de este colegio arranca de las antiguas escuelas ubicadas en el barrio de Atxuri. En 1877, y ante la acumulación de inmundicias bajo las ventanas de las Escuelas de Niñas del barrio de Atxuri, desde el ayuntamiento se acuerda la construcción de un nuevo edificio escolar. Mientras se realizan las obras, se abre una nueva escuela de párvulos en el edificio del Gimnasio, en la calle Cantera. El proyecto definitivo, que es el que hoy contemplamos, lo realizó el citado Pedro Ispizua, concluyéndolo en 1923, aunque la obra, por cuestiones de gestión, no se vio definitivamente habilitada hasta 1930. Es, como ven, una tierra que se regenera una y otra vez.