UNA generación, más o menos, separa a las dos estatuas que ejercen de perro guardián o ángel de la guarda (cada cual que elija a su antojo...) de la Gran Vía de Bilbao y, por extensión, de la villa entera. Ahora daré más datos pero le aviso que la estatua de Don Diego López de Haro que hoy campea sobre la Plaza Circular fue inagurada el 31 de agosto de 1890 por el alcalde José María de Linaza en su primer emplazamiento, la Plaza Nueva. A la otra orilla de la propia Gran Vía, dando nombre a la plaza sobre la que se eleva (aunque por aquel entonces se conocía plaza de Bélgica...), aparece una escultura, inaugurada el 26 de junio de 1927, que se compone de un alto pedestal con relieves coronado por una estatua del Sagrado Corazón. Saquen cuentas y verán: 37 años de diferencia. Lo dicho, más o menos una generación.

No se miran a los ojos las dos esculturas, ubicadas de cabo a rabo de la Gran Vía. Para buscar los porqués, más allá de los geográficos, puede viajarse en el tiempo hasta el ayer en que se programó la calle. El trazado de la que en principio se denominó Gran Vía de San Mamés, tuvo varias posibilidades de orientación, entre ellas, salir de la plaza Circular y llegar a la fachada del edificio de San Mamés (actual Casa de Misericordia), siendo desestimada por la actual al considerar las autoridades que no era prudente, desde el punto de vista estratégico, abrir una calle recta de 1.600 metros, completamente dominada por un edificio que, por un golpe de mano, pudiera ser conquistado y desde él dominar la calle en toda su extensión. Hay que tener en cuenta que el proyecto se redactó el año que terminó la Segunda Guerra Carlista. Redondeemos aquel despertar de la calle mayor (si es que se puede llamar así...) con el recuerdo de que se empezó a urbanizar después de aprobarse su construcción el 3 de mayo de 1871, con este nombre permaneció hasta 1879. El tramo comprendido entre la plaza Elíptica (Federico Moyúa) y la plaza del Sagrado Corazón, conocida en tiempos como Prolongación de la Gran Vía, se llamó también Avenida de los Aliados en la época posterior al término de la Segunda Guerra Mundial. Era Bilbao, como ven, un pueblo atento a los exteriores.

No nos distraigamos y veámoslo con las gafas de la cronología. La de Don Diego López de Haro, fundador de la Villa en el año 1300, fue la primera escultura pública de la ciudad (en el brazo extendido lleva la Carta de la fundación). La creó en 1890 Mariano Benlliure (El Grao, 1862- Madrid, 1947) para su homenaje. Está realizada en bronce y piedra marmórea de Ereño y tiene una altura, entre base, columna y estatua, de casi 13 metros. Desde 1940, está situada en la Plaza Circular y cada año, coincidiendo con el día de la fundación de la ciudad, suele tener lugar una procesión cívica y una ofrenda floral. Resumamos sus trashumancias. En 1895 se construye el kiosco del Arenal en la plaza y, por este motivo, la escultura es trasladada a la Plaza Circular. En 1919 se decide colocar en el centro de esta última plaza una monumental farola, por lo que Don Diego fue trasladado de nuevo, esta vez a la plazoleta de Atxuri, a propuesta del historiador don Teófilo Guiard, por considerar este punto el núcleo primitivo de Bilbao. No regresó a su sitio hasta el 17 de noviembre de 1937. El pedestal contiene representaciones en relieve de escenas bélicas del sitio de Algeciras, lugar en el que estaba don Diego cuando murió en el año 1310. El primer pedestal de piedra de Markina fue obra del arquitecto municipal Edesio de Garamendi, y el pedestal rosado sobre el que se eleva actualmente tiene una altura de 12,13 m y es obra del arquitecto municipal Estanislao Segurola. Además de la escultura de la Plaza Circular, un busto suyo se encuentra en el centro, debajo del reloj del Ayuntamiento de Bilbao.

Conviene recordar que Don Diego fue nombrado mayordomo real y recobró su alferazgo. El mismo año consignó varios documentos a favor de Bermeo. Después siguió al rey en diversas correrías, muriendo en el cerco de Algeciras de peste negra, en los primeros días de enero de 1310. Trasladado su cadáver a Burgos, se le dio sepultura en el convento de los franciscanos. Labayru dice de él: “Fue don Diego hombre de mucha energía y tenaz resolución, terrible como enemigo y de poderosa ayuda si se le tenía obligado por amor”. De su matrimonio con la infanta Doña Violante dejó tres hijos: Lope, María y Fernando.

En el año 1900, el Papa León XIII consagró el Sagrado Corazón de Jesús, repitiéndose en todo el mundo actos de homenaje y devoción. En Bilbao, en el año 1920, se realizó una donación anónima con el objetivo de erigir un monumento del Sagrado Corazón. Tras ello, se formó una junta ejecutiva cuya primera acción fue la apertura de una suscripción pública para conseguir fondos. El proyecto se sacó a concurso internacional y contó como jurado con Juan Arancibia, alcalde de Bilbao y arquitecto, Ricardo Bastida, arquitecto municipal de la ciudad y comisario de Bellas Artes de Vizcaya, Marcelino Odriozola, también arquitecto municipal, Miguel Blay, escultor, entre otros. En junio de 1923 se dio a conocer el proyecto ganador, otorgándose al arquitecto Pedro Muguruza (1893-1956) y al escultor Lorenzo Coullat Valera (1876-1932).

La estatua es de grandes dimensiones y con la disposición típica del Corazón de Jesús: mostrando su corazón con la mano izquierda, mientras bendice con la mano derecha. Los relieves, de forma cuadrangular, son cuatro y representaban escenas de la Biblia: la Última Cena, la vida de la Virgen María, el Camino del Calvario y la Crucifixión.

En 1933, el grupo socialista municipal solicitó la retirada de la imagen por ser España un país laico, por el escaso apoyo que recibió la erección del monumento en tiempos de la dictadura y porque había sido impulsado por la Compañía de Jesús, que en ese momento había sido expulsada del país. El Ayuntamiento aprobó la demolición, con la oposición de los monárquicos y del PNV, aunque el acuerdo fue suspendido temporalmente por un recurso interpuesto ante los tribunales y nunca se llegó a aplicar.

Ambas esculturas ejercen como paréntesis que abrigan el texto de una calle principal de Bilbao, la Gran Vía, donde puede recrearse la historia de la ciudad. Como el lector habrá visto, bien pueden considerarse el Sagrado Corazón como una suerte de Ángel de la Guarda de la larga travesía, al tiempo que la talla de Don Diego López de Haro se postula como cancerbero, el perro guardián de una ciudad que nació de su todopoderosa mano guerrera. En el próximo capítulo veremos algunas de las edificaciones e historias que han transcurrido y se han levantado entre una y otra pieza, de norte a sur y de este a oeste.