ORDUÑA. La ciudad de Orduña se encuentra consternada ante el inesperado fallecimiento, en circunstancias aún por aclarar, de dos miembros de la familia conocida como Los Pitisoles. Antonio de la Viuda, de 84 años de edad, y su hijo Toñín, de 44 años, fueron hallados sin vida el pasado lunes en su domicilio habitual, una casona declarada en ruinas ubicada en el número 25 de la calle Zaharra.

Sobre las seis de la tarde, un familiar encontró los cadáveres de sus allegados y alertó a los servicios sanitarios que solo pudieron confirmar el fallecimiento. Los cuerpos fueron trasladados al Instituto Forense del hospital de Basurto para practicarles la autopsia y determinar la causa exacta de las muertes.

El caso está siendo investigado por la Ertzaintza que, hasta el momento, únicamente ha adelantado que ninguno de los fallecidos "presentaba signos de violencia".

A falta de datos oficiales, son varias las conjeturas que circulaban ayer en la ciudad en torno a la tragedia. "Se oye que ha sido a causa de la inhalación de monóxido de carbono por la mala combustión de una estufa de butano", comentaban entre la clientela de un establecimiento hostelero de la Foru Plaza. Es una hipótesis factible ya que todos coincidían en que padre e hijo vivían en unas pésimas e insalubres condiciones.

Habitaban en una casona abandonada y en claro estado de deterioro -sin agua corriente ni luz eléctrica- y su única fuente de ingresos era la pensión de jubilación que recibía Antonio, antiguo trabajador de la brigada de obras y servicios de la compañía Renfe.

El hijo, desempleado, se ganaba la vida "haciendo favores o tareas de limpieza de lonjas o garajes para ganarse unos euros" y, en algunas ocasiones, trabajó para el Ayuntamiento en programas de inserción laboral. No disponían de muchos más recursos.

El progenitor, además, padecía una grave enfermedad y requería de constantes cuidados médicos. "La última vez que le vi ya iba en silla de ruedas. Estaba muy desmejorado, pero sabemos que Toñín hacía todo lo posible por él. Le lavaba y limpiaba todas las mañanas", declaró a DEIA un conocido.

Hace pocos días recibieron una buena noticia. A Antonio le habían concedido una plaza en la residencia de ancianos de la ciudad. Estaba solo a la espera de la confirmación de la fecha para su ingreso. Sin embargo, en esta ocasión, la ayuda no ha llegado a tiempo.

amigos afectados Desconcertados y muy afectados por el suceso se encontraban ayer dos de los mejores amigos de Toñín. Estaban en su lugar habitual de encuentro, bajo los soportales de la Foru Plaza -frente al Café Bar X- donde compartieron muchas horas dejando pasar el tiempo en plena calle, manteniendo conversaciones "fumando o tomando algún vino cuando teníamos perras".

Hacía días que no veían al greñas, como le llamaban, pero no les resultó una situación extraña ni fuera de lo normal. "Ha hecho mucho frío durante el fin de semana y había ocasiones en las que prefería quedarse en casa. Sabemos que la estanquera le vio el viernes cuando fue a por tabaco y que también se pasó por la farmacia porque parece que le dolía la garganta".

Por eso se quedaron "impactados" al enterarse, ayer martes por la mañana, de la noticia. A ellos, la hipótesis de la estufa de butano no les convence. "Es lo que dice la gente, pero no está nada claro. Creo que no tenían ninguna en casa", aseguró uno de ellos.

Sus amigos no descartaban otra posibilidad más dramática si cabe: "Quizá encontró a su padre muerto a causa de su enfermedad y no lo pudo soportar. La situación que vivían era muy mala. Todo es posible. Nos enteraremos pronto, cuando les hagan la autopsia".

Tocada por el infortunio La familia de los Pitisoles es muy conocida en una ciudad como Orduña, de poco más de cuatro mil habitantes. Más allá de la buena o mala vida que, según dicen, ha llevado alguno de sus miembros, lo que recuerdan especialmente los vecinos son los episodios trágicos a los que han tenido que hacer frente durante los últimos años.

La madre se encuentra ya fallecida, al igual que el mayor de los cinco hijos del matrimonio, "y uno de los hermanos está ingresado en el hospital de las Nieves", precisan.

Además, la vivienda que la familia tenía en la antigua calle de Santa Clara quedó destrozada tras un incendio y es la razón por la que Antonio y Toñín acabaron malviviendo, casi como ocupas, en la casona en estado de ruinas del número 25 de la calle Zaharra.

"No eran condiciones de vida. Tienen todas las ventanas rotas y dicen que allí dentro se acumulaba basura y suciedad. Les deberían haber ayudado antes. Ahora ya no tiene remedio", comentaban con pena dos jóvenes que habitan en una vivienda cercana.

Lo que desean ahora todos es que se esclarezcan las causas de la muerte de sus dos convecinos y que, por fin, descansen en paz.