bilbao. Egiguren, de forma muy dinámica, combina investigación y testimonios escalofriantes de los últimos testigos -algunos aún vivos- que sufrieron el campo de concentración, anteriormente colegio jesuita y donde estudió el lehendakari Aguirre.

¿Por qué en siete décadas nadie ha escrito sobre el campo de concentración de Orduña?

Quizá a veces gastemos demasiada energía en otras cosas. A mí la historia del campo de Orduña me atrapó al instante, me parece apasionante. Lo peor de este silencio es que los testigos de aquellos hechos tienen más de 90 años, y si no rescatamos su memoria se perderá para siempre.

Un dato curioso es que los primeros prisioneros fueron gudaris. ¿A qué se debe que solo encarcelaran a estos?

La procedencia de los prisioneros varió en función del desarrollo de la guerra. De ahí que hasta finales de 1937 probablemente fuera muy numerosa la presencia de gudaris. Pero a partir de 1938 la mayoría provenía de los frentes de Aragón, Levante y Catalunya.

¿Cuántos fallecidos hubo?

Los fallecidos inscritos en los registros son 24, pero debieron ser muchos más. La razón más importante que me induce a pensarlo es el testimonio de los testigos, que afirman que, por desgracia, la muerte era algo muy habitual. Lo vieron con sus propios ojos.

¿Cuántas personas sufrieron el campo de concentración?

A Orduña le asignaron una capacidad máxima de 5.000 personas, la misma que tenía el campo de Deusto. Saber con exactitud el número total de prisioneros que ingresó en Orduña no es fácil porque faltan muchísimos documentos, pero pudieron ser 50.000.

¿Qué fue la Prisión Central de Orduña?

Cuando en 1939 se cerró el campo de concentración, en ese mismo edificio se abrió la Prisión Central de Orduña. Era un penal de carácter civil en el que murieron más de 200 personas, la mayoría de hambre.

Ha conseguido nueve testimonios que ponen la piel de gallina. Uno explicaba que de la debilidad no podía ni subir escaleras…

Desgraciadamente permanecieron en manos del enemigo en la más absoluta indefensión y sin ningún tipo de garantía judicial, apaleados, humillados, ateridos de frío, enfermos y medio muertos de hambre. Algunos no pudieron soportarlo.

¿Qué trata de aportar con este libro a nuestra memoria histórica?

Por un lado, difundir un episodio histórico que había sido olvidado. Y por otro, contribuir al ejercicio del derecho a la verdad, la justicia y la reparación que tienen las víctimas de esos excesos.

Sin embargo, ¿no cree que falta en Orduña una placa, un monumento que evite que esta injusticia regrese al olvido?

Todo lo que ocurrió en la mayoría de los campos de concentración y prisiones que Franco estableció en Euskal Herria está aún sin estudiar. En Orduña, por ejemplo, murieron oficialmente 225 prisioneros y presos. Sus cuerpos descansan en algún lugar, indeterminado, a la espera de un reconocimiento que aún no ha llegado.

El campo de concentración se ubicó en el colegio de los Jesuitas donde estudió, entre otros, el lehendakari Aguirre. ¿Aparece alguna cita del presidente sobre la conversión del centro en cárcel?

En 1938 Aguirre denunció desde Francia que la situación de los prisioneros vascos era "horrible", que vivían "hacinados, mal alimentados y repletos de enfermedades que a menudo les provocan la muerte". No sé si se refería a su antiguo colegio, pero acertó de pleno.

Tras la publicación del libro, ¿nota algún alivio personal o de aquellas personas a quienes entrevistó?

Los hijos y nietos de algunos exprisioneros ignoran por completo lo que sufrieron sus familias durante esos años. Algunos entrevistados me han agradecido enormemente el esfuerzo por recoger sus experiencias. Creo que era mi deber.

¿Qué tres razones daría al lector para comprar su libro?

Han sido tres años de trabajo con el único objetivo de exhumar una verdad incómoda, pero que por mucho que nos desagrade es parte de nuestro patrimonio histórico. Conocer nuestra historia resulta fundamental para poder construir un futuro mejor.