El Arte que sobrevivió a los bombardeos
DEIA solicita a cinco vizcainos una radiografía en primera persona sobre cinco imágenes de bombardeos sufridos en Bizkaia durante la Guerra Civil
BILBAO. EL general Mola, y más tarde Franco, planificaron y asesinaron con bombardeos a centenares de personas en más de treinta municipios de Bizkaia en 1936 y 1937. Lo que no predecían los militares españoles sublevados es que con la sangre que hicieron volar por los aires hay quien -para la memoria colectiva- pinta la historia. El ejemplo más internacional es el Guernica de Pablo Picasso, pero también existen cartel es como el del austriaco Oskar Kokoschka, tesoro del Museo Bellas Artes de Bilbao, y no menos importantes resultan óleos como el del otxandiarra Santi Kapanaga -obra pictórica de 1964-, o dibujos como el de un entonces niño durangarra ingeniado en Iparralde desde la distancia, con la memoria como modelo del que copiar realidad, en 1937. Aquel testigo, Luis Altuna, reside en la actualidad en Mungia.
Al recuerdo de los ataques aéreos a Otxandio, Durango, Gernika y Bilbao le va que ni pintado un cartel bajo el lema Población civil bombardeada por la aviación italo-germana. El afiche es obra del tolosarra Luciano Quintana. Bajo el pseudónimo de Nik detalló el nombre de municipios bombardeados en Bizkaia durante la última Guerra Civil. DEIA pulsa las valoraciones artísticas, emocionales, históricas... que derivan del análisis de estas imágenes informativas. Cinco vizcainos con estrecha relación a cada obra dejan impresas sus improntas. Enrike Alaña escuadriña el cuadro pintado por su tío en Otxandio; Juanan Hernández bosqueja impresiones sobre el dibujo del bombardeo de Durango; UBE cincela letras de la misma forma en que se tatuó un motivo del Guernica en su brazo; Miguel Zugaza evoca sus tiempos como director del Museo Bellas Artes del Bilbao e Iñaki Goiogana descubre para la ciudadanía un cartel que hoy hace historia con letras mayúsculas.
Gernika: herida, curada, viva, resplandeciente, bakean por UBE
'Guernica', símbolo de paz, tatuado en una tela de forma rectangular, de gran peso dramático y de singular belleza interior. Mi pueblo convertido en tu pueblo y el tuyo en el de todos. Tsunami de recuerdos y lágrimas, abrazos y mentiras, medallas en el pecho y bombas a la esperanza. Gernika herida, Gernika curada, Gernika viva, resplandeciente como el sol que adorna la sangre de nuestro corazón. Brindo la mujer con niño muerto dibujado en mi piel, al recuerdo de todos los 'Gernikas' de nuestro mundo calcinado.Nere bakea zure bakea da. Utzi niri bakean…
Otxandio: hamaika gogorapen mingarripor Enrike Alaña
Santi Kapanagak margotutako lehenengoetakoa da Otxandioko Andikona Plazako bonbardaketa irudikatzen duen koadroa. 1964 urtean amaitu zuen. Santik egindako beste margo guztiak bezala figuratiboa da, hau da, errealitate ezberdinen irudikapena, eta Andikonakoa, Santi Kapanagak 12 urterekin bizi izandakoaren gogorapena da -40 urterekin margoturiko koadroa-, gertakari tamalgarria bertan bizi eta 28 urte beranduago irudikatua, nonbait, berak gogoratzen zuenaz eta besteei isilpean entzundakoaz osaturiko irudia, 1936ko uztailaren 22an goizeko 9ak inguruan ikusitako sarraskiaren irudikapena. Ez da bere koadrorik onena izango, baina bai adierazgarri eta deigarriena, lurra hamaikatxo gorputzez beterik, eta etxe aurrean hilik bere lehengusuak, 10, 8 eta 3 urteko Alberto, Javier eta Irene, osaba Vicente eta izeko Feliciana, txakurra etxeko atartean bizirik; plazako iturrian norbaitek galdua pitxerra urez gainezka, alboan Vallejo gaztea oraindik bizirik turuta eskuetan… Hamaika zertzelada txiki, hamaika gogorapen mingarri.
Bilbao: dos caras para un bombardeo por Miguel Zugaza
El pintor austriaco Oskar Kokoschka pinta en 1937 el cartel ¡Ayuda a los niños vascos! expatriados con motivo de la Guerra Civil. No deja de ser una nueva prueba del impacto que causó en Europa las noticias de los bombardeos a poblaciones civiles en España y, al mismo tiempo, del compromiso de artistas tan relevantes en la denuncia de aquel drama. Realizada el mismo año que Picasso pintara el Guernica para el Pabellón español de la Republica en París, Kokoschka relata con simplicidad y eficacia el triste episodio del exilio de los niños vascos. Para ello, el autor enfrenta en forma de díptico a las víctimas de este forzoso éxodo, una joven con un bebé en brazos que toma de su mano a un niño, con la escena de un bombardeo a la izquierda y, a su lado, la serena estampa de Praga que los acoge y en la que vivía el artista por esos años. El expresivo gouache que sirve de boceto a esta viva estampa de la guerra -más cercana a nosotros aunque menos conocidas que otras- se conserva en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Bizkaia: bajo las bombas en un cartelpor Iñaki Goiogana
Entre las particularidades de la guerra está la de poner todo a su servicio, especialmente la información. Dentro de la información debemos incluir la propaganda, elemento fundamental de todo conflicto. En el conflicto del 36 el cartelismo tuvo un gran desarrollo, sobre todo en Barcelona, Valencia y Madrid, pero también en Euskadi donde existía una industria gráfica y un elenco de artistas que venía trabajando desde hacía años. El cartel que nos ocupa, firmado por Nik -seudónimo de Luciano Quintana Madariaga- es un buen ejemplo de la cartelística vasca de la época. Estética moderna y de gran calidad que comunicaba directamente el mensaje que quería transmitir. Quintana (Tolosa, 1904- Caracas, 1976) estudió en Leipzig y colaboró con el PNV durante la República tanto en las campañas políticas como en las culturales, pasando durante la guerra a confeccionar carteles y la revista Gudari. Tras la guerra se exilió en Venezuela. El cartel aquí reproducido probablemente se hizo para una exposición sobre Euskadi proyectada para Barcelona que finalmente no se realizó.
Durango: la huella de la guerra de hoy por Juanan Hernández
El 'Habana' era un barco de vapor que en mayo de 1937 partió del puerto de Santurtzi al extranjero llevando a miles de niños vascos que huían de la Guerra Civil. Cuando el buque hizo sonar su sirena, los pequeños rompieron a llorar, creyendo que era el aviso de un nuevo bombardeo como los que semanas antes habían destruido sus casas. Así me lo contó Paquita Iradi, una donostiarra de mirada viva y memoria prodigiosa que, convertida en joven refugiada, ejerció de cuidadora en aquella improvisada guardería flotante que partía hacia la esperanza. No sé si el niño de Durango Luis Altuna iba en aquel barco. Tampoco estoy seguro de que lo que él dibujó tras el bombardeo de Durango del 31 de marzo de 1937 y durante su estancia en las colonias infantiles de Baiona -a las que fue evacuado- pueda ser considerado en sentido estricto como obra de arte. Pero hay un hilo conductor entre ambas historias: la huella que la guerra dejó en miles de niños vascos y que, aunque a veces lo olvidemos, ha llegado hasta nuestros días.
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