El repaso ocasional a la prensa internacional suele ser una buena cura de humildad para quienes creen vivir en el centro del mundo, y de paso un recuerdo del lugar exacto que les toca en la jerarquía. El periódico chino Global Times le ha dedicado en las últimas semanas no menos de una docena de artículos y editoriales a las relaciones entre Italia y China en el marco del desarrollo de la nueva Ruta de la Seda, y a las intenciones de Estados Unidos de generar discordia entre el socio comunitario y el gigante asiático.

La prensa italiana también se hacía eco de las presiones de Estados Unidos para que el nuevo gobierno ultraderechista revierta el memorándum de entendimiento firmado con China por el gobierno de Giuseppe Conte. El periódico económico Il Sole 24 Ore señalaba que no ha gustado mucho en Washington la decisión del actual ejecutivo italiano de renovar el acuerdo con China. Al mismo tiempo, resultado de las presiones norteamericanas son las afirmaciones de Carlo Fidanza, portavoz del partido neofascista Hermanos de Italia en el Parlamento Europeo: “Sobre la Ruta de la Seda el Gobierno Conte y en particular el Movimiento Cinco Estrellas cometieron un grave error. El Gobierno Meloni apuesta por una salida que no penalice la economía italiana, centrándose en las relaciones comerciales y cerrando así la puerta a cualquier hipótesis de control chino de infraestructuras estratégicas”.

El propio periódico 24 Ore marcaba línea propia al entrevistar a Liu Jianchao, embajador chino en Italia, justo después de la reunión de Meloni con Biden: “Italia sigue siendo un actor importante en la esfera europea, pero en las relaciones con China, en comparación con otros países como Francia y Alemania parece ir a la zaga. ¿Qué se puede hacer ante esta situación? ¿Qué puede hacer China?”

“Para China, Italia es uno de los primeros países que históricamente han establecido relaciones diplomáticas en Occidente y la asociación estratégica en la UE, es el cuarto socio comercial y el primer destino turístico de la UE. En todos los ámbitos, Italia está a la vanguardia. China valora su relación con Italia. Queremos intensificar los intercambios institucionales de alto nivel, potenciar los mecanismos bilaterales como el Comité Gubernamental China-Italia, aumentar la cooperación en diversos sectores de la Iniciativa `Belt & Road´. Creemos que la relación China-Italia es, como se suele decir, una carrera de doble sentido. Unámonos y elevemos la relación bilateral a un estatus estratégico global.”

Los sectores menos ideologizados de la sociedad italiana son conscientes de que la posibilidad de ser el principal centro logístico de recepción de las mercancías procedentes de China para su distribución en el continente europeo y el norte de África supone una oportunidad de oro para el relanzamiento de una economía que, como el resto de las europeas, está exhausta por el impacto de las medidas adoptadas contra Rusia en el contexto del enfrentamiento global en marcha. Pero al calor de los acontecimientos en Ucrania, la interferencia de Estados Unidos en los intereses económicos y comerciales europeos está alcanzando cotas desconocidas desde los años sesenta.

Alemania parece uno de los países más proclives a ceder ante el “amigo” americano. Baste recordar las inoportunas declaraciones de Úrsula von der Layen en vísperas de su viaje a China, o el tratamiento de país sospechoso que se otorga a China en la primera estrategia de seguridad nacional alemana aprobada a finales de junio, en la que se afirma que “China está intentando de diversas formas remodelar el orden internacional basado en normas, está afirmando una posición regional dominante cada vez con más vigor, actuando una y otra vez en contra de nuestros intereses y valores. La estabilidad regional y la seguridad internacional se ven sometidas a una presión cada vez mayor y los derechos humanos son ignorados.”

Este creciente alineamiento de Alemania con Estados Unidos, a costa de la autonomía de decisión europea, no obsta para que Alemania sea el principal cliente europeo de China, con importaciones de más de 100 mil millones de euros en 2022, frente a los cerca de 50 mil millones de Francia o Italia. Y su comercio con China es de los más equilibrados, pues el año pasado sus exportaciones tuvieron un valor parecido al de las importaciones, frente a los grandes déficits de Francia o Italia, que apenas exportaron por valor de 30 y 25 mil millones respectivamente. En cuanto a España, comprando a China casi tanto como Francia, le vende apenas la tercera parte.

En realidad, entre China y la UE hay importantes complementariedades que deberían llevar, como insisten sobre todo desde el país asiático, a reforzar los lazos económicos y comerciales; dejando de lado el comercio intracomunitario, la UE tiene ventaja en productos primarios, agroindustriales y otras manufacturas basadas en materias primas, y en productos de media tecnología; automóviles (por ahora), productos químicos y otros, mientras China es más competitivo en productos de baja tecnología como textiles. productos siderúrgicos o equipamiento doméstico. En productos de alta tecnología, la ventaja china en equipo electrónico se compensa con la ventaja europea en químico-farmacéutica y óptica.

Precisamente donde no hay complementariedad a largo plazo es en el comercio con Estados Unidos. Salvo en productos primarios, en el resto de los rubros tecnológicos la UE tiene ventaja. Y ese es precisamente el meollo del asunto: condenada a establecer una relación comercial más propia de la que se da entre países centrales y periféricos –productos industriales a cambio de materias primas y alimentos crudos– Estados Unidos está dispuesto a hacer lo que sea necesario para revertir la actual división del trabajo, obviamente a su favor. Y su principal rival en este asunto no es China, ni por supuesto Rusia: es la Unión Europea. Si no se incluye esta cuestión en la ecuación geopolítica, la percepción de la realidad que se pueda tener a este lado del Atlántico queda un tanto borrosa. Cualquier cosa que pueda frenar el desarrollo de complementariedades entre la UE y otras potencias económicas, será visto como una oportunidad por Estados Unidos para mejorar su posición noratlántica y global.

Lo que nos lleva a la cuestión inicial. Recordemos la rapidez con la que Francia e Italia se ofrecieron a Argelia como ocios gasísticos preferentes, cuando el presidente Sánchez dio su arriesgada e inexplicada voltereta geopolítica en el norte de África.: si Italia duda sobre si seguir siendo el puerto marítimo de entrada de las mercancías chinas a Europa, ¿por qué no hacer lo mismo con el hub logístico chino en Europa?

España no está en el centro del Mediterráneo sino en un extremo, pero por otro lado tiene presencia en el Atlántico y apertura al Mar del Norte, donde están los consumidores europeos de mayor poder adquisitivo. Ya hay por dónde empezar, pues operadores chinos controlan con éxito comercial una parte sustancial de la estiba en los principales puertos de la península, como Barcelona, Algeciras, Valencia o Bilbao, o los puertos secos de Madrid y Zaragoza.

Claro que hacer valer estas ventajas localizacionales requiere una política exterior consciente de los intereses españoles a largo plazo, capacidad propositiva y cierta autonomía de actuación estratégica en materia de política internacional, cuestiones de las que se puede dudar que las capacidades instaladas en Madrid den para mucho. Volvamos al Global Times; en las mismas semanas en que se insistía sobre la geoeconomía entre China e Italia, las noticias referidas a España se limitan a tres, para dar cuenta de una exposición sobre Gaudi en Pekín, el baile de la danza del león en la Plaza de Oriente de Madrid y otra noticia sobre el resultado de las elecciones, en la que se señala que el auge de la derecha tendrá un escaso impacto en las relaciones con China. Así no vamos a ninguna parte.