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Desigualdad infantil: el momento es ahora

EL pasado julio, la Universidad de Deusto publicaba el Deustobarómetro Social y, por primera vez, la desigualdad aparecía entre las cinco primeras preocupaciones de la sociedad vasca.

Es un hecho novedoso, pero no casual. Desde hace tiempo, este término ocupa investigaciones y análisis y se encuentra en las agendas de las agencias de Naciones Unidas y de las principales ONG. No debe extrañar que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a diferencia de los anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio, incluyan desde 2015 la desigualdad económica. Los ODS son un llamado universal para que adoptemos medidas que acaben con la pobreza, protejan el planeta y garanticen que todas las personas gocen de paz y prosperidad. Cobra todo el sentido que la desigualdad ocupe este lugar y que haya encontrado también su hueco entre las preocupaciones de la gente.

El aumento de la desigualdad es una realidad: en las manos del 10% más rico de la población se queda el 40% del ingreso mundial total, mientras que el 10% más pobre sobrevive con entre el 2% y el 7% de este ingreso total. En los países en desarrollo, la desigualdad ha aumentado un 11%. Es un problema mundial y, como tal, requiere soluciones globales que aborden diferentes perspectivas ya que, por supuesto, es un problema ético, pero también socioeconómico: los países en los que la desigualdad ha aumentado registran también mayor desaceleración económica e inestabilidad social.

La desigualdad nos afecta a todos y todas, pero no por igual. Nuestro foco de atención prioritaria es la infancia y la experiencia nos dice que a más desigualdad la pobreza se hereda en mayor medida. Lo sabemos porque llevamos muchos años conviviendo con la pobreza infantil en todo el mundo: un niño o niña que nace pobre tiene muchas posibilidades de heredar la pobreza de sus padres y de ser pobre de por vida.

Nuestra experiencia es también la base sobre la que hemos investigado la incidencia de la desigualdad en Euskadi. Aunque a veces parece oculta, ¿es la sociedad vasca una sociedad cada vez más desigual? La respuesta es sí. A pesar de que en Euskadi hemos contado con políticas de protección social que han amortiguado los efectos de la crisis económica, la respuesta es sí. A pesar de que partimos de un nivel de desigualdad bajo y comparable al de países del norte de Europa, la respuesta es sí.

Y debemos añadir que está aumentando: desde el año 2008 se ha registrado un incremento de la desigualdad, motivado porque se han reducido, con respecto al resto, los ingresos de la población que ya era pobre. En Euskadi, los ingresos medios del 10% más pobre bajaron un 13,4%, mientras que los del 10% más rico aumentaron un escaso 1,1%.

El empleo se ha precarizado y las políticas de protección o algunas prácticas del sistema educativo no están consiguiendo frenar los impactos de la desigualdad, que afecta sobre todo a los hijos e hijas de las familias más pobres. Hasta hace pocos años, Euskadi se había caracterizado por una movilidad social ascendente: dábamos por hecho que cada generación viviría mejor que la anterior. Pues bien, para el 9% de los niños y niñas que viven en situación de pobreza severa en Euskadi esto ya es una quimera.

Debemos actuar y debemos hacerlo cuanto antes, a través de políticas destinadas a las familias más pobres con hijos e hijas que permitan un incremento de ingresos. Cuando pensamos en infancia y familia siempre miramos hacia los países del norte de Europa, envidiamos sus medidas de conciliación, su sistema educativo y el papel protagonista que dan a la infancia. Para equilibrar nuestros deseos con la realidad, Euskadi debe atreverse con políticas de apoyo a las familias que ya han funcionado en otros países: créditos fiscales reembolsables, prestaciones universales por hijo a cargo y no limitadas al año de nacimiento, medidas de conciliación que impliquen a las empresas, más recursos para garantizar una educación equitativa e igual para todos con foco especial en centros educativos que concentran a la población en peor situación socioeconómica. Euskadi tiene al alcance de su mano hacer posible que la brecha de desigualdad infantil se estreche hasta desaparecer. Es el llamamiento que hacemos a los poderes públicos, por su responsabilidad en el diseño de políticas eficaces, y a la ciudadanía, porque sin una conciencia real de este grave problema, ¿podemos definirnos como sociedad avanzada?

El momento es ahora. El incremento de la desigualdad puede estar abocando a la exclusión a una cantidad cada vez mayor de niños y niñas, al tiempo que puede poner en riesgo la cohesión social en el futuro. La pobreza en la infancia es doblemente injusta: todos los niños y niñas tienen el derecho a soñar.