EL modelo narcotizante de las estructuras deportivas del régimen del 78 está agonizando. 11.500 entradas vendidas no dan para más. A la gallina de los huevos de oro la han desplumado, despojado de ovocitos... apenas queda ya oro en su ovario. Y este no ha sido un año aislado, sino la confirmación de una tendencia que apunta ya a más de un lustro. Salvo el caso de la visita de Catalunya (2014), la recesión, en términos de asistencia, a las pachangas navideñas, es confirmable, si reparamos a la serie temporal de la misma: 2010, Venezuela, 38.000; 2011, Túnez, 36.000; 2012, Bolivia (en Anoeta), 26.000; 2013, Perú, 25.000; 2015 fue en Barcelona, y 2016, Túnez, 15.000.

Es evidente que esta tendencia no es achacable a un único factor, pero es igualmente innegable que cada vez menos ciudadanía se traga la trola pachanguera navideña. La Federación Vasca de Fútbol y las instituciones del régimen han gozado de más crédito que casi ninguna institución contemporanea de nuestro contexto: veintitrés años desde que dio inicio el modelo de partido navideño amistoso. Año tras año vendiendo la misma moto, tratando de sortear la demanda popular.

23 años para haber podido plantear la cuestión en el seno de la Federación Española. 23 años para haber trabajado con la UEFA o la FIFA. Veintitrés años para haber iniciado un camino de colaboración con aquellos agentes sociales interesados en avanzar hacia la oficialidad. La práctica, sin embargo, se ha desarrollado en sentido contrario. Por una parte, se ha tratado de alejar lo máximo posible a los agentes de la sociedad civil interesados en el avance de la gestión del asunto. El cierre a la participación ciudadana ha sido una de las características.

Cuando allá por 2012 el fútbol femenino era el convidado pobre de estas instituciones, una iniciativa popular -Euskararen Kontseilua, Esait y EHK- organizó un encuentro internacional entre Euskal Herria y Eslovaquia que resultó exitoso (no está nada mal 10.000 asistentes para tratarse de un partido del fútbol femenino en época estival). Curiosamente, este hito supone la vuelta a la organización de partidos de fútbol femenino por parte del régimen. Los años consecutivos -2013, 2014 y 2015- serán escenario de sendos partidos organizados por la FVF. Cualquier cosa con tal de evitar la participación de la sociedad civil en esta cuestión.

La gestión, institucional Las constantes demandas, a lo largo de de varios lustros, de trabajo en común, llevadas a cabo por asociaciones ciudadanas, han caído en saco roto. La gestión de la cuestión de la oficialidad, correspondía exclusivamente a las instituciones: Federación Vasca de Futbol, Unión de Federaciones Deportivas Vascas y la Dirección de Deportes del Gobierno vasco.

Año tras año, trataban de protagonizar las pachangas navideñas con la misma cantinela de que cada partido navideño suponía un paso en el camino de la consecución de la oficialidad. Un año, dos, tres, con el mismo discurso podría tener sentido. Pero cuando se llevan décadas afirmando dar cada año un paso y socialmente se percibe un bloqueo de la situación que lleva a cuestionar tal afirmación, suceden dos fenómenos consecutivos demoledores: la credibilidad del discurso y la ilusión por el logro de avances se desvanecen. Y de la mano de estos dos fenómenos la burbuja de los partidos navideños se va desinflando.

Mientras gestores de diversos estamentos organizaban esos partidos navideños afirmando que la oficialidad era una cuestión política y que, por tanto, era algo lejano a sus posibilidades, participaban en los órganos de dirección de la Real Federación Española de Futbol (RFEF) y al mismo tiempo que afirmaban desear esa oficialidad, la RFEF que codirigían se dedicaba a impulsar cambios normativos, tanto en FIFA como en la UEFA, para imposibilitar que una hipotética selección vasca, entre otras, pudiera ser oficial.

Esa labor al servicio de las élites tiene su recompensa. Por citar un ejemplo, uno de esos miembros es delegado de la selección española de Fútbol.

Este pueblo ha permitido por demasiado tiempo el cuidado del rebaño por parte del lobo. El régimen del 78 planteó dar un cerrojazo a diversas cuestiones, entre ellas las relativas al modelo territorial del estado. Dentro de esté ámbito, las instituciones del régimen han tenido una obsesión constante en impedir que las diversas sensibilidades e identidades nacionales del Estado español pudieran optar a tener una proyección propia en el ámbito deportivo. Todas las instituciones del régimen, cada una desde su rol, han colaborado en este propósito.

El Consejo Superior de Deportes, dependiente del gobierno, ha sido el órgano rector de las federaciones deportivas. Las respectivas federaciones deportivas autonómicas, integradas en sus respectivas federaciones estatales, están subordinadas a estas últimas. De la mano de esas instituciones no vendrá la democratización. No vendrá la supresión de la discriminación por cuestión de identidad nacional.

Este no es un problema de nacionalistas o abertzales. Es un problema de demócratas. Defender el derecho de Rosa Park a no tener que sentarse en la parte trasera de un autobús no supone ser partidario de la raza negra, sino de la eliminación de la discriminación racial.

Un reto a compartir Defender el derecho de que cualquier comunidad, ya sea esta vasca, china, kurda, catalana, la que fuera, a tener una proyección deportiva de su comunidad, es defender la no exclusión, la no discriminación, de ninguna persona o comunidad por su identidad nacional. Es defender la democracia. La igualdad. La justicia.

Ese es un reto a compartir por todos aquellos sectores que pretendan enmendar el régimen del 78. Porque discriminar ciudadanos por su identidad comunitaria o nacional es otro de los ámbitos de acción de ese régimen que trató de impedir la democratización del Estado a finales de la década de los 70.

Es preciso recuperar la ilusión, consensuar una vía entre los sectores populares del país, independientemente de sus identidades nacionales, para garantizar que nadie, independientemente de su identidad nacional, sea discriminado por este mismo motivo.

Credibilidad, transparencia, participación. Los componentes de la receta de la ilusión. Aceptemos la diversidad y pluralidad identitaria de nuestro territorio. Respetémosla, aunque no sea la nuestra. Hagamos posible que cualquier persona de Euskal Herria pueda elegir los colores a representar o seguir, ya sea esta vasca, navarra, china, catalana o española. Porque ese día habremos abierto el cerrojo que las élites franquistas cerraron en el 78. Porque ese día habremos dado un paso de gigante hacia la democratización y normalización de este país.