¿Y qué hacemos el resto?
Hoy no puedes llamarte empresario o gestor si no eres capaz de sentir que lo más importante para el éxito son las personas. Hoy, un trabajador no puede estar pensando que lo más importante en su trabajo es cumplir un horario y estar pendiente cada día de sus derechos
SIENTO la necesidad de expresar la gran preocupación que me produce una sociedad que continúa a la espera de soluciones vía decreto, independientemente de que cada semana, mes y año, desde hace cinco, la situación sea más crítica y desesperada. No es muy aventurado pensar que tiene que haber intereses en tensar la situación lo más posible. La historia está llena de ejemplos. Tampoco es menos cierto que los grandes movimientos sociales despiertan cuando se rompen los límites, los cuales previamente resultan desconocidos.
Nunca he creído que la justicia social pueda venir de la mano de quien ejerce la política o bien de quienes ostentan una alta cota de poder, por la causa que sea, no sumando, en la práctica, todos ellos más de un 1% de los habitantes de este País Vasco. Fuera de esa lista, nos encontramos el 99%, que pasamos desapercibidos como consecuencia de la falta de protagonismo real. Es tremendo pensar hasta dónde se puede ningunear a toda una sociedad, por cierto, de uno de los lugares más avanzados (¿?) del planeta, o bien hasta dónde esta se deja ningunear. Es inquietante sentir, no por no previsto, hasta dónde puede llegar una educación-enseñanza basada en la memoria y el razonamiento lineal, no en el pensamiento crítico y creativo, y un poder encargado de tener a mano la zanahoria de turno que satisfaga las necesidades básicas y banales que ha creado sobre el consumo y el entretenimiento. Por tanto, no pido ni espero soluciones de ese 1%, sino más bien, más de lo mismo, de unos porque no saben y de otros porque no quieren.
¿Y qué hacemos el resto? Del resto, una mayoría todavía mantiene un trabajo, en muchos casos precario, que poder realizar, y es esta realidad sobre la que quiero reflexionar. En el lugar de ese trabajo hay personas individuales que ejercen unos de propietarios y otros de trabajadores con distintas responsabilidades. La pregunta es: ¿Qué ha cambiado en esa pequeña o mediana empresa, organización, en los últimos cinco años? Por un lado, ha podido ser la aplicación de la reforma laboral, proveniente de Madrid vía ley, en forma de reducción de salarios o bien despidos a precio de saldo, o bien de una mayor presión trabajando más y cobrando menos sin ninguna transparencia y justificación y menos garantía de futuro. Por otro, ha podido ser un acuerdo entre todas las personas en activo y la propiedad consistente en compartir decisiones conjuntas en asambleas, eliminar las horas extra para dar opciones a otras personas, reducir el salario temporalmente si hay pérdidas, repartir la cosecha si la hubiera e incrementar la eficacia, y por tanto la eficiencia, para poder llegar a nuevos clientes y mercados siendo los mejores en calidad, en servicio y en creatividad. Mi experiencia es la segunda, por lo que garantizo que es una posibilidad y una realidad.
No será posible competir a nivel global, que es lo que hemos decidido como sociedad, si las organizaciones empresariales no responden como un todo unido, con un compromiso decidido y compartido entre todos los actores que participan, y no pensando en el yo y mis derechos logrados como bastión que defender caiga quien caiga.
Fue en 1886 cuando, en Chicago, se iniciaron las primeras manifestaciones en exigencia de derechos mínimos y fue necesario que murieran hasta una docena de trabajadores para que los empresarios canallas dejaran de explotar de forma irracional a aquellas personas en quienes solo veían un medio físico para su rápido enriquecimiento y a quienes solo les quedó unirse y pelear contra el abuso de un sistema capitalista dominante.
Hoy, siglo y cuarto después, no puedes llamarte empresario o gestor si no eres capaz de sentir que lo más importante para el éxito son las personas y que su satisfacción es lo primero que debes lograr, sin esperar que nadie, desde el exterior, te solucione lo más prioritario y satisfactorio.
Hoy, un trabajador no puede estar pensando que lo más importante en su trabajo es cumplir un horario y estar pendiente cada día de sus derechos y obligaciones como si estuviera en terreno enemigo.
Porque, en una pyme de pocas docenas de personas, para tener unos criterios, o normas si así se quiere, de relación y responsabilidad, que además son o deben ser cambiantes con la evolución permanente de los acontecimientos y de forma diferente para cada una, ¿se debe de esperar a que patronal y sindicatos se pongan de acuerdo, con años de retraso, para crear esas recetas que deben servir de igual manera para miles de pymes, según un convenio, independientemente de su situación concreta?
¿Qué clase de gestores, no diré líderes, tenemos, qué futuro os espera si no sois capaces de poneros de acuerdo con aquellas personas con las que debéis de jugar cada minuto del futuro y, a cambio, necesitáis una hoja de ruta estándar que os sirva de cataplasma defensiva? Esto no es futuro, esto no es ni creativo ni innovativo, por tanto, es más de lo mismo y no sirve para la nueva era que ya se ha iniciado.
Debemos sentirnos a gusto con lo que hacemos, de forma que la parte sentimental que impulsa la actitud y la pasión, junto con la parte intelectual que motiva el pensamiento creativo, unidos como una tribu, logren unos proyectos de futuro que satisfagan todas las exigencias personales, si bien respondidas con orgullo desde la participación y el éxito compartido, sin imposiciones.
Las pymes que se relacionen de esta manera, que mejoran su situación general, su posición competitiva internacional, deben intentar crear alianzas con otras que añadan no tanto cantidad, que es pasado, y sí aspectos cualitativos como: relaciones, clientes y conocimiento. El tamaño medio de nuestras empresas es exageradamente bajo, consecuencia de que en los años de gloria era fácil iniciar nuevas actividades, también para no pasar de un número de trabajadores que exigía representación sindical. Estas alianzas requieren, en muchos casos, perder el nombre, perder poder, perder prestigio, así como obligan a asumir la transparencia de poner la realidad encima de la mesa, dialogar y en muchos casos ceder, lo que no es otra cosa que una manera de invertir. Una organización con un buen clima humano puede atacar estas nuevas y necesarias prácticas con mucha más seguridad.
Con pymes así no solo no destruiremos empleo, sino que lo crearemos y además ayudaremos a la sociedad con nuevas oportunidades para los jóvenes, oportunidades de las que hoy carecen, mejores garantías para las pensiones de los jubilados y nuestro aporte para que la sanidad, la educación y los servicios sociales se mantengan o mejoren. Y todo ello, hasta aquí, sin necesidad de políticos y representantes de grandes organizaciones que actúen de salvadores, porque no saben y bastante tienen con preocuparse de su puesto.
Este País Vasco puede y debe ser mucho más competitivo y feliz. Para ello apelo a personas normales y corrientes a quienes, por razones del azar y con roles diferentes, les toca compartir un trabajo juntos, trabajo que puede y debe ser de desarrollo humano y profesional, al mismo tiempo que el camino para obtener, con orgullo, unos ingresos que sustenten un estilo de vida libre y con garantías de futuro.
Olvidemos el crecimiento por el crecimiento, que tantas frustraciones e injusticias ha creado, y optemos por un Desarrollo Humano Justo y Sostenible. Como sociedad, que lo somos veinticuatro horas al día, también podemos iniciar actividades que impulsen servicios sociales y una recuperación de viejas viviendas e industrias para condiciones más humanas y sostenibles. Hemos de poner el foco y el interés en tener una soberanía financiera, canalizar nuestros ahorros a entidades que no sean opacas y que no comercien ni engañen con nuestro dinero. Tenemos que incorporar la soberanía alimentaria a nuestras preocupaciones, ya que somos un país pequeño que se permite tener miles de hectáreas de tierra en desuso e importa el 95% de los alimentos desde una distancia media de cinco mil kilómetros; procuremos consumir cercano y favoreceremos el acercamiento de los lugares de producción y el comercio local. Debemos alcanzar una soberanía educativa que nos posibilite diseñar un estilo de enseñanza basada en cada niño y sus habilidades naturales, que facilite el desarrollo de su pensamiento creativo, no solo del lineal y analítico. No queremos personas preparadas únicamente para el trabajo y el consumo y sí para disfrutar con criterio en aquello en lo que participen a lo largo de su vida. Ser honestos con nosotros mismos y con nuestro entorno, y no pensar que es más listo quien más tiene o más defrauda, facilitaría el logro de una sociedad con menos diferencias económicas y materiales.
Se hace necesario un movimiento cívico, sereno y coherente, que conduzca a los ciudadanos a recuperar espacios de soberanía con visión de futuro.