¿Adiós a las armas?
VIVIMOS en un mundo que sospecha del "amaos los unos a los otros" y cuyo primer mandamiento afirma: "defendámonos los unos de los otros". Para que este precepto se cumpla hemos utilizado todo tipo de objetos: desde una piedra y un palo hasta los más sofisticados armamentos nucleares que en este momento nos están amenazando y contribuyen a aumentar el sufrimiento y la pobreza de millones de personas. Vemos que la utilización de las armas para la supervivencia tiene mucho que ver con la caza. Si tenemos la posibilidad de conseguir carne utilizando un objeto, pues bienvenido sea. Así avanzamos. Pero resulta que si además de la fuerza muscular utilizamos un objeto para quitarle la caza al otro, para ocupar un espacio, para conseguir agua, para manifestar quién es el jefe, para porfiar por la pareja, para cazar al otro, ya hemos entrado en una dinámica en la que arma y ética tienen algún conflicto.
Y así hasta ahora. Porque el progreso en el manejo de las armas no nos ha hecho avanzar desde el punto de vista ético. Nos mantenemos en la misma, y prehistórica, situación ética, a pesar de todos los avances científicos. De hecho, millones de personas mueren a causa de la utilización de las armas. Casualmente, los países más ricos son los máximos exportadores de armamento, mientras que esas armas se utilizan en el interior de los países más pobres, generalmente para la represión de la población del interior y para defender los intereses económicos de las potencias que suministran las armas, que obtienen doble beneficio.
A la invasión de países y al robo generalizado con armamento poderoso lo hemos llamado colonización y al robo de personas: esclavitud. Esto no se puede poner en práctica con estas palabras, pero sigue funcionando con otras. Y las armas, casualmente, se encuentran en el filo de la navaja de todas las situaciones en las que llora la ética, o quizá sangra, como lo hace en el poema de Gloria Fuertes Cuando Madrid era como Sarajevo: "En Madrid llovía metralla, / llovía injusticia, llovían muertos. / Me regalaron un cordero. / 'Tienes para comer un mes', me dijeron. / Los ojos del cordero me dijeron otra cosa. / Yo, por poco me muero de hambre. / El cordero se murió de viejo. / Nos cogimos cariño, / él y yo solos bajos los bombardeos. / Después iba a por hierba a los solares / para mi cordero. / Le enseñé a comer papel / con los partes de guerra / a mi cordero".
Ya sabemos que hay quien llama "buenismo" a la actitud de quien denuncia la guerra, el hambre y la pobreza en nuestro mundo. Dicen que la solución de que no exista ningún arma, con el simbolismo que ello conlleva, no es una solución práctica, pero la ética es también una reflexión en torno a símbolos interiores y tal afirmación marca. Ya se encargará la cabeza de destrozarla.
Dicen que en la ONU ha escampado un poco estos días porque se ha firmado un Tratado sobre el comercio de armas que es histórico. Se habla de que con ello va a avanzar el respeto a los derechos humanos. Que Amnistía Internacional se felicite por tal avance, porque el tratado puede ser "capaz de impedir que lleguen armas a países donde se destinarán a cometer atrocidades", ya merece un pequeño aplauso; pero esos ciento cincuenta y cinco estados, que lo han firmado para "salvar vidas", blindan un centímetro más su conciencia de sangre porque, durante los próximos cuatro años, estarán en el mercado armas convencionales por un valor de más de cien mil millones de dólares, aunque haya un filtro para determinados países que puedan haber enloquecido, pero en estas cuestiones, como en otras, depende también de a qué escuela pertenezca el psiquiatra, admitiendo que a veces hay psiquiatras poco sanos mentalmente, como es el caso de Corea del Norte.
Por supuesto que el presente tratado, aunque es un avance, también lo dicen Oxfam y FundiPau, no bendice las guerras, pero sigue siendo letra pequeña ante ellas, y no solo por los tres votos en contra y las 23 abstenciones entre las que se encuentran las pequeñitas Rusia, China e India. Seguiremos hablando de víctimas colaterales entre la población civil y de carrera de armamentos, legal, claro que sí.
No hemos dicho un adiós a las armas, pero al menos se le ha puesto un carril para que avancen, dificultando su locura a los traficantes ilegítimos de armas, locomotoras desbocadas, o tráfico legítimo de armas en locomotoras controladas, sin saber todavía si el maquinista está en sus cabales, o si ha interiorizado o no la ética de sangre. Desde luego que Gloria Fuertes, y su cordero, nada tienen que ver con este viaje.