Vaya papeleta, sr. presidente
Vaya cumbre. Vaya papeleta la de sus compañeros de Consejo y especialmente la suya, señor Rajoy, tratando de convencer, o de convencerse, de que la política económica implementada desde la UE para hacer frente a la crisis es la adecuada a pesar de que no ofrece los resultados esperados
ES la cumbre de la mala conciencia. Se han dado cuenta de que las cosas van mal pero no tienen el valor ni la fuerza requeridos para orientar o, mejor dicho, revisar en profundidad el motivo por el que la política económica no funciona.
Observan una Europa en recesión, un paro creciente con especial incidencia en los jóvenes y unas expectativas inciertas de recuperación que en el caso de que se produzca será lenta, con bajas tasas de crecimiento, lo que hará que continúe el descontento social y el sufrimiento de millones de familias.
Intuyen que la cosa no va bien, y en el primer párrafo del documento de conclusiones señalan que han trabajado mucho para responder a la crisis financiera y de la deuda soberana, pero que el estancamiento económico y el nivel de desempleo europeo al que acertadamente califican de inadmisiblemente elevado (¿cómo calificarán el español?), ponen de relieve la crucial importancia de acelerar los esfuerzos en favor del crecimiento (y se supone del empleo). Ahora bien, y ahí gran parte del error, lo dicen a la par que señalan que hay que hacerlo al tiempo que se persigue un saneamiento presupuestario. Pues bien, Sr. Rajoy, si han trabajado tanto y los resultados son los que son (crecimiento negativo y paro insoportable), o dejan de trabajar o cambian radicalmente la orientación de las políticas.
Pueden hablar de control de las cuentas públicas, de la reforma financiera para que el crédito fluya a la economía y de la necesidad de impulsar las políticas tendentes a paliar el desempleo y los sufrimientos que del mismo se derivan y a sentar las bases de un crecimiento futuro competitivo, pero con sus recetas no es posible. Bueno, con las recetas de la señora Merkel, que son las únicas que se cocinan en Europa. Así no vamos a ninguna parte. Perdón, sí vamos. A más recesión y más desempleo.
Usted, señor presidente, es el más consciente de la situación. Los presidentes de las Comunidades Autónomas lo son. Saben que no es posible, porque no hay margen, no hay recursos para mantener una mínima política social (sanidad, educación, desempleo, dependencia...) y, a la vez, como sugiere el documento, mantener el peso de la I+D+i, las infraestructuras, etc., con el fin de impulsar la economía. Como decía el castizo "lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible". O, si lo prefiere, aquel de "el algodón no engaña". Los presupuestos no engañan. Con las restricciones en materia de déficit público no llega para todo.
Lo hemos dicho muchísimas veces a lo largo de esta crisis. En primer lugar, se ha de relajar el objetivo del déficit público. En una economía en recesión no es posible reducir drásticamente el déficit público sin ahondar peligrosamente en una mayor recesión. Eso está comprobado. El año 2012, el déficit, después de grandes sacrificios, fue similar al de 2011 y muy poco menor que el de 2010. Y el objetivo del pasado año era inicialmente del 4,5; después del 5,4; más tarde, del 6,3; y acabó prácticamente en el 7%.
Ahora se habla de que el objetivo del déficit se va a relajar. La realidad es la que obliga a cambiar las cifras. ¿Por qué no dejan de hacer trampas en el solitario y admiten la realidad? Relajen el objetivo de déficit pero con criterio. No nos tengan cada año revisándolo ex-post (es decir, cuando se ha incumplido) pero manteniendo el objetivo firme para el año siguiente. Dejen el 3% para el año 2020 e instrumenten políticas de crecimiento y empleo.
El Banco Central Europeo puede y debe orientar sus actuaciones en pro del crecimiento y del empleo, porque transmite la impresión de que no entiende nada de lo que pasa. Con la inflación por debajo del 2%, e incluso con el grave riesgo de seguir el camino del mal japonés, tiene margen para bajar los tipos de interés y, sobre todo, para realizar intervenciones masivas en los mercados para aplanar la curva de tipos en todos sus vencimientos y superar los problemas de coste y disponibilidad de financiación allí donde resulta más acuciante, como en el Estado español.
Ya no es ningún secreto que el BCE no está a la altura de los tiempos, ni del compromiso de la Reserva Federal de Bernanke ni de la audacia reciente del Banco de Japón, ni siquiera del pragmatismo del Banco de Inglaterra.
El BEI, pero no solo con 60.000 millones año, como se señala en el documento sino con muchos más recursos, puede impulsar las inversiones en I+D+i, infraestructuras, etc. Pero también lo podía haber hecho el Presupuesto comunitario, que en lugar de servir para impulsar la economía va a operar en sentido contrario e indeseado. De hecho, el Presupuesto comunitario para los próximos siete años no va a servir para dinamizar la economía. Su cuantía es inferior al anterior en lugar de haberse incrementado sustancialmente, que es lo que la lógica económica exigía.
También los países más potentes y desarrollados, como Alemania, deberían impulsar sus demandas internas, lo que permitiría mejorar las exportaciones de los países periféricos. Pero ello requiere una visión europea y europeísta muy alejada de los intereses de una Alemania que solo mira a su economía y a sus votantes. Alemania ha perdido, a nuestro juicio, la oportunidad de liderar la salida de la crisis y está haciendo justo lo contrario: alargar caprichosamente la agonía de los países del sur.
Como señala Timothy Garton en un reciente artículo, "al mismo tiempo que cada vez más partes de Europa se han ido volviendo fervientemente antialemanas, cada vez más partes de Alemania se han vuelto antieuropeas". Se cierne en el horizonte una espiral peligrosa. Esta desafección, este sentimiento, puede impedir no solo salir de la crisis, que no es poco, sino hasta la continuidad del propio proyecto de Unión Política Europea.
Si, como parece, consiguen unas pocas décimas de relajación en el tema del déficit público, bienvenidas sean, pero casi nada arreglan y de poco sirven si no se revisa en profundidad toda la política económica. No nos engañemos. Y, lo que es más importante, no engañemos a los ciudadanos, que son los que están soportando los rigores y las consecuencias de una crisis que dura ya cinco años. Y lo peor no es eso sino lo que nos queda. Porque me imagino que, desgraciadamente, la política europea no girará en el sentido apuntado.
Con ese entorno, la economía española se encuentra en el peor de sus momentos. Este año seguirá cayendo el PIB y aumentando el número de desempleados y no se sabe hasta dónde. Más de seis millones de parados, el 26% o 27% de tasa de paro. Más del 50% de los jóvenes no tiene y no va a tener trabajo en mucho tiempo. El déficit público está en el 7% después de muchos sacrificios (10% si incluimos el rescate financiero). El consumo y la inversión privados, con tasas muy negativas, lo que impide que la economía empiece a funcionar. Los trabajadores han perdido el empleo, han visto descender sus salarios y no pueden consumir. Y los empresarios no tienen perspectivas ni expectativas de mejorar y no invierten.
No hay confianza. Las entidades financieras continúan con el grifo cerrado. Y las reformas no han ido por buen camino. Una reforma financiera inacabada y gestionada de modo nefasto (amén de los escándalos de sobresueldos, indemnizaciones vergonzantes, del fraude en la comercialización de las preferentes...) que será pagada con los impuestos de los ciudadanos y que no facilita el necesario crédito.
Una reforma laboral que hasta el momento, y mientras no se demuestre lo contrario, ha abaratado y facilitado los despidos, y con ello el aumento del paro. Una reforma o múltiples reformas energéticas que solo enfadan a todo el mundo (consumidores, renovables, empresas hidroeléctricas...), que no han conseguido minorar y controlar el déficit tarifario pero que, eso sí, han puesto en cuestión la seguridad jurídica que un país desarrollado debe preservar. Una reforma de la financiación autonómica que no se acaba de definir... Reformas, en definitiva, que generan mucho ruido mediático pero que no dan resultados desde la vertiente del impulso económico.
Preocupa enormemente la situación de los jóvenes, sus dificultades para encontrar un empleo, no digo digno, digo un empleo. Preocupan sus futuros proyectos de vida. Nos preocupa que se tire por la borda un capital humano tan importante, formado con sus esfuerzos y con el dinero de los contribuyentes. Recientemente, empresas e instituciones alemanas estuvieron en la Escuela de Ingenieros de Bilbao fichando a los mejores talentos de la promoción. Los mejor formados con tanto esfuerzo individual y público obligados a emigrar para producir para los alemanes, seguramente por 4 euros. Y no estoy en contra de que salgan a trabajar al mundo. Lo que es censurable es que la suya sea una emigración por necesidad y no por oportunidad, porque son oportunidades lo que les faltan aquí. Si quieren salir al extranjero, perfecto; pero si quieren quedarse, que lo puedan hacer. Si perdemos a muchos de los jóvenes más formados, estamos perdiendo nuestro futuro.
Por eso, cuanto antes, hay que cambiar de políticas, hay que exigir a la UE, a sus instituciones (Al BCE, al BEI, a la Comisión, al Consejo, etc.) y a Alemania que reorienten sus decisiones para que el señor Van Rompuy no tenga que volver a repetir lo que señaló el día 14 de marzo en su alocución inaugural: "Después de tres años de arduo trabajo para superar la crisis, hemos conseguido volver a una relativa estabilidad financiera que es condición indispensable para avanzar en lo demás. Pero nuestros logros no se han plasmado todavía en un crecimiento mayor ni en más empleo. Y esto es lo que está causando sufrimiento a nuestra población, y en ello es en lo que debemos centrarnos ahora". Y no, señor Van Rompuy, ni todavía ni más adelante. Cambie para que la población, como dice, no sufra más, al menos innecesariamente por culpa de una errónea política europea.
Pero además de echar las culpas a las instituciones europeas, señor Rajoy, hay parte de la crisis diferencial española imputable a su gobierno, a su partido y a otras circunstancias de carácter interno. Además de los palos de ciego que se están dando desde el gobierno, aprobando Reales Decretos-ley y Proyectos de Ley que afectan a múltiples ámbitos y poco resuelven, no podemos olvidarnos de los escándalos públicos y casos de corrupción que tanto mal hacen a la propia economía. Da la sensación a veces de que con los escándalos se pretende ocultar la dura realidad de la situación económica y social, la del paro, la del empobrecimiento, la de los desahucios, la de las preferentes, la de los jóvenes?
Pero lo cierto es que lo que está sucediendo en la política española la coloca en posición de país de charanga y pandereta. El ministro Margallo señalaba hace unos días que la marca España resultaba afectada negativamente por lo que está ocurriendo con la familia real española. Si me lo permite, la marca España está hecha unos zorros por méritos que no le son ajenos. Mientras las entidades financieras, partidos políticos, gobiernos e incluso la Casa Real estén bajo sospecha, la marca España cotizará en negativo.
La tarea no es fácil. Ni la de convencer a los europeos para que cambien su política radicalmente (quizá pueda tímidamente flexibilizar los objetivos de déficit) ni la interna de atinar en las reformas y medidas a adoptar y la de facilitar e impulsar que se aclaren y resuelvan los temas de corrupción que tan negativamente afectan a la economía y que tanto enfadan a la gente.
Termino. En los comunicados de la cumbre se insiste una y otra vez en que sus debates se han producido en un clima de serenidad y de sosiego. No hace falta ser observador muy avezado para entender que lo que en realidad encubren esas palabras es una absoluta parálisis, una actitud de permanecer a la espera de que pasen las elecciones alemanas y de que en el otoño volvamos a plantearnos las cosas. Para entonces habremos perdido otro medio año y las cosas seguirán patas arriba.
Una de las posibles definiciones de la locura, señor presidente, es la que la caracteriza como la actitud de hacer una y otra vez lo mismo y esperar resultados diferentes. O terminamos con la locura de permanecer a la espera de lo inesperado, o no habrá futuro. Para nadie..