Salvar EITB
EL actual desapego social sobre EITB como servicio público, la falta de calidad y de imaginación de la programación, el sentido de los informativos y el autismo en el que se ha instalado la actual dirección, empujan a EITB hacia el abismo. Se han atravesado las líneas rojas.
No requiere solo un tratamiento de coyuntura; el problema de EITB es también estructural. Su dirección actual, por un lado, no está abordando los problemas que la era digital le plantea, ni afronta la competencia que le viene del sistema privado televisivo de ámbito estatal. Por otro lado, y es lo peor, no entiende a qué sociedad sirve o cuál es la función de una RTV pública en un país de cultura integral.
Ciertamente no toda la culpa es de la actual dirección. Llueve sobre mojado, pero sí es responsable de que haya inundación. Vayamos por partes.
Hay sitio para la TV de proximidad. En la era de la globalización y de la diversidad se revaloriza el rol de una TV en abierto para un espacio comunitario. Por su cercanía a la ciudadanía y su capacidad de organización de la vida social, es una herramienta frente a los riesgos de desintegración social o de un mundo virtual sin anclajes en la cotidianidad. Sin embargo, la forma en que se está implantando la digitalización general y la apuesta política de Estado sobre el sistema audiovisual, dibujan un mapa muy peligroso para la comunicación pública de proximidad, salvo que redefina sus roles.
En primer lugar, el mapa comunicativo ha cambiado radicalmente por varios factores: la transición tecnológica a la TDT; la fragmentación de las ofertas en generalistas y temáticas; la globalización de los mercados de contenidos televisivos; la competencia de otras formas comunicativas no centradas en TV (horizontales, internet, plataformas…); los cambios en el modelo de consumo televisivo (TV-ordenador-móvil-internet; consumo autogestionado) y por franjas de población...
En segundo lugar, el mapa para las autonómicas y locales ha quedado en precario por efecto de las apuestas de Aznar (canales a Vocento y El Mundo) y de Zapatero (canales a La Sexta y Cuatro para compensar; autorización de un múltiple para cada uno de los seis operadores privados; y como no había negocio para tantos, le subió las obligaciones y le precarizó la financiación a RTVE mientras autorizaba la concentración de los grandes operadores). Ambos gobiernos apostaron por la TV privada de ámbito estatal que, mediante sobreoferta, absorbe la demanda televisiva, poniendo contra las cuerdas a las TVs autonómicas -ETB tenía audiencias de 18%+5%, o sea 23% en 2004- y locales.
Por todo ello, las funciones de EITB deben precisarse. Las oportunidades se llamarían: independencia y calidad informativa; ejemplaridad en las misiones de Servicio Público; diferenciación con identificación; proximidad emocional; apuesta lingüística; base en el imaginario colectivo; generación de agenda propia; irrupción en la TV temática y en los servicios; apuesta multisoporte siendo referencia tanto interna como global; creatividad; funciones integradoras, participativas y educativas; plantilla entusiasta; impulso de la producción propia y de la industria audiovisual cercana...
Los problemas de la RTV vasca para situarse en este contexto vienen de antes, y si algunos se abordaron correctamente en anteriores legislaturas vascas (TV temática, una parte de multisoportes, agenda propia), otros no. No se aprobó una Ley de Comunicación propia con obligaciones para todos los operadores y que contuviera la reflexión sobre un sistema comunicativo propio potente (hubo anteproyecto de ley); no se consumó la democratización de la estructura del Ente mediante una reforma de la Ley de Creación de EITB (hubo una comisión parlamentaria dirigida por Antonio Rivera y una abundante documentación); y tampoco se aprobó la creación de un Consejo Vasco del Audiovisual que vigilara el sistema y su pluralismo.
La dirección del PNV -Imaz, primero, y Urkullu, después- sucumbió a la idea de no regular y, además, se imaginó pilotando eternamente EITB. Le bloqueó al tripartito estas tareas que estaban en el programa del Gobierno. Los detalles me los ahorro, pero ese error histórico ahora lo estamos pagando viendo cómo se deteriora el sistema comunicativo vasco (EITB y nulas obligaciones ni fiscalización para la RTV local) sin que haya resortes institucionales automáticos para evitarlo. EL PSE-EE viene a incurrir en el mismo error. Llama la atención que, cuando estaba en la oposición, reclamara la reforma de la Ley de EITB y suscribiera la necesidad de un Consejo -es una tradición socialista- y se olvide de ambas cuando está en el Gobierno, como precio de su acuerdo con la derecha que no quiere saber nada de regulaciones.
Cuando un gobierno no nace de mayorías sociales sino de mayorías parlamentarias artificiales, los problemas se acumulan en todos los frentes. En la aventura, López pesó el irresistible encanto del poder y el canto de sirena de pensar que ocupar el Gobierno es tener el poder en un país de poderes múltiples repartidos (diputaciones, alcaldías, partidos, sindicatos, agentes de todo tipo, opinión pública viva…). Y ello en una época de dura crisis que exige la excelencia simplemente para no quedar mal. Hace falta osadía e irresponsabilidad para formar un gobierno minoritario, débil, apoyándose en su contrario natural, y que le cercena toda posibilidad de singularidad alternativa que no sea el puro antinacionalismo. Un gobierno así no gobierna. Sólo puede dedicarse a enrocarse y defenderse.
Una derivada doble de esa apuesta, aplicada a EITB, fue pensar que se puede reeducar a la sociedad vasca en otras claves identitarias en sólo una legislatura; y que la RTV está para eso. Para ello se montó un equipo de aluvión, sin proyecto ni empaste, a base de un cambio de cromos partidistas. ¡Garrafales errores!
La sociedad es la que es, y las mayorías artificiales son el peor aval para emprender, desde arriba y a corto, cambios de mentalidad social y de simbologías instaladas. Lo normal es que la sociedad se cabree con el adoctrinamiento -y no sólo las bases de los nacionalismos- y opte por hacer un gesto tan sencillo como cambiar de canal desde el mando (un instrumento político reactivo).
¿Boicot? No o, quizás, sólo de algunos. Es, más bien, el fracaso de la apuesta del propio equipo de Alberto Surio. Por ejemplo, yo no boicoteo los informativos de ETB-2, simplemente los veo poco por su falta de autenticidad: no es información integral sino sucursalizada; predomina lo anecdótico y la banalidad sobre la información; y los editores lo desproblematizan todo, en un aquí no pasa nada. Para el punto de vista en el que se sitúan, prefiero a TVE-1 en castellano, y ETB-1 o Hamaika en euskera. Y aunque es de alabar que pusieran informativos de mañana y de medianoche, ¡lástima! de calidad.
Se justifica diciendo que ahora ETB se dirige a toda la sociedad y antes sólo al nacionalismo. Vistas las audiencias de antes y de ahora suena a boutade. Ciertamente, la antigua dirección y desde su imaginario barría mucho para casa, aunque dentro de cierto fair play con y para todos, que ahora no existe. Hay tanta prisa que el adoctrinamiento llega hasta la censura. El alarmante episodio de Viloria -y se sabe que no era un borrador de trabajo lo que le dio a la redactora- es ilustrativo.
Se hace una TV de parte, al apuntar que "uno de los objetivos de los informativos de ETB es desarrollar los aspectos esenciales del acuerdo de gobierno entre PSE y PP" (presupuestos de Cultura para 2011). Una patada semejante al pluralismo se traduce en unos informativos de propaganda del status quo institucional, de desprestigio de los nacionalismos y de ostracismo de la izquierda aber-tzale, mientras el PP, tan representativo él, aparece hasta en la sopa.
Las apuestas de programación actuales se proponen desde la falta de feeling con la audiencia. Ya es de un dígito. En año y medio, y de forma constante, ha perdido la mitad, la peor evolución de todas las TV de la FORTA. Y ETB-1, en particular, con 1,7%, parece espantar a los euskaldunes. La legitimidad de una RTV pública es el servicio, ciertamente, pero requiere un umbral mínimo de audiencia. Estamos debajo. Y en lugar de autocrítica y medios de excepción para enderezarla, se niega la realidad.
La dirección se ha instalado en el síndrome de la fortaleza sitiada desde fuera y minada desde dentro (Idígoras). ¡Atención! Lo de fuera es la sociedad para la que se debe hacer RTV y lo de dentro no son quintacolumnistas, son los empleados que hacen la RTV. Ya sólo falta que, para justificar que ETB sea una TV de segunda fila en el menú vasco actual, se piense que la izquierda abertzale controla parte de los audímetros. No se puede gestionar la RTV contra la mayoría del país. Con este diagnóstico, un equipo solo puede aislarse y recurrir al autoritarismo para imponerse.
Para no seguir con las paranoias, sería insensato que se identifique a quienes criticamos al equipo actual con una supuesta conspiración contra el Servicio Público. Sería una manera de transferir el fracaso. Es al revés. Defendemos EITB -se ha creado un grupo de trabajo en la UPV/EHU- de quienes lo están dinamitando. Asistimos a una implosión desde dentro del servicio público por empecinamiento en un modelo imposible.
1. Con el interés general no se juega. Si no queremos hacer quebrar el Servicio Público, lo lógico es que o bien dimita todo el equipo con Surio a la cabeza o que él mismo propugne un acuerdo parlamentario muy mayoritario de contenidos y proyectos y se nombre una nueva dirección de consenso que haga recuperar la afinidad colectiva con EITB desde criterios de pluralismo.
2. Paralelamente, para tener resultados estructurales al final de la legislatura, es necesaria la puesta en marcha de una comisión parlamentaria de mayorías amplias con dos misiones: la reforma de la Ley de EITB para actualizarla y definir y garantizar sus misiones en el nuevo contexto (incluyendo comisión asesora, consejo profesional de informativos, derecho de acceso, dirección colegiada desde un consejo de administración operativo y ejecutivo); y elaborar una Ley de Comunicación audiovisual para el conjunto del sistema (con cuotas de producción propia, cultura, lingüísticas, …), incluyendo un Consejo del Audiovisual.