LEER un periódico, escuchar una emisora de radio o ver un canal de televisión determinados es una decisión individual y libre que tiene, o puede tener, un significado político un tanto más relevante si la sociedad tiene conciencia de una situación de riesgo frente a la que debe actuar. El entretenimiento no es la única ni la más importante motivación de consumo. Los medios son portadores de información y opinión que contribuyen a generar posiciones colectivas sobre los pequeños y grandes asuntos y, por lo tanto, también son objeto de rechazo y adhesión en razón de sus particulares posiciones que se refleja en la evolución de las audiencias. Las audiencias no son sólo datos comerciales: son un síntoma social y político de las inquietudes reales.
Si en estos momentos en Euskadi hay una alteración evidente de las audiencias de prensa, radio y TV, un fenómeno que puede prolongarse durante varios años, ocurre porque en nuestra sociedad existe una percepción (racional y emocional) de un riesgo de inestabilidad ante el que los ciudadanos se ven forzados a reaccionar y transitar de la pasividad a la toma de iniciativa. Hay una recolocación social que tiene mucho de acción positiva y también de reflejo defensivo contra muchos temores y como respuesta a una determinada situación política en la que se sienten implicados. ¿Qué están cambiando los ciudadanos vascos? Realmente, están enmendado el llamado "cambio" mediante la reubicación de sus hábitos de consumo informativo, apoyando a los medios que no se pliegan a una operación política carente de respaldo social y desechando a los que actúan de pregoneros de la gestión de un gobierno artificial. El hecho es que los votos se transforman en un clamor de audiencias.
Podemos observar este movimiento en tres niveles: respecto de ETB, sobre Onda Vasca y Radio Euskadi, que siguen itinerarios inversos; y en relación con la sostenida subida de los periódicos del Grupo Noticias y la bajada de los de Vocento. Hay que cifrar estos cambios, porque son radicales. En lo que concierne a la radiotelevisión pública vasca, los datos son estremecedores, porque en apenas once meses (los que median desde la incorporación del actual equipo directivo hasta hoy) a ETB-2 le han abandonado el 31% de los espectadores y la cuarta parte de los que seguían el primer canal. Una catástrofe sin precedentes no sólo en sus veinticinco años de historia, sino también en el conjunto de las cadenas europeas, privadas y públicas. Y las causas de este movimiento sísmico están definidas: los espectadores han huido como rechazo frontal del tono, estilo, orientación y contenido de la programación general y, singularmente, de los espacios informativos. La respuesta es activa y de naturaleza política, al percibir a ETB como el portavoz oficial -más bien propagandista- de un Gobierno en el que desconfían absolutamente y que, por si fuera poco, dedica una buena parte de sus esfuerzos a agraviar 30 años de trayectoria de construcción de Euskadi.
Pero la involución del seguimiento de nuestra radiotelevisión pública va a continuar y podría asegurar, a la vista de los datos de cada día, que la mengua de audiencia de ETB-2 llegará a rondar el 50% de la cuota heredada, lo que la ubicaría en la marginalidad. Curiosamente, la cadena se sostiene precariamente gracias a programas anteriores al equipo directivo, es decir, El Conquistador, La Noche de, Vaya Semanita y Objetivo Euskadi. Sólo el final de temporada del concurso (que ronda el 28% de share los domingos) puede ocasionar la caída de dos puntos en la audiencia mensual de la cadena. Insisto: no es un mero cambio de hábitos de consumo, es el clamor de la mayoría social contra un gobierno que ha pervertido uno de los símbolos del autogobierno vasco. Un alegato de naturaleza política, espontáneo y responsable.
En la radio está ocurriendo algo similar, donde unos suben y otros, en igual proporción, bajan. El caso de Onda Vasca es digno de estudio, porque no se conocen precedentes de una emisora que en apenas unos meses, con medios limitados y horario restringido, multiplique su audiencia de 4.000 a 61.000 oyentes. La clave está en la oferta de alternativa informativa que Onda Vasca ha fraguado respecto de Radio Euskadi, cuyo descenso se estima en casi 50.000 oyentes. Que nadie malinterprete este dato: la transferencia de estos miles de seguidores de una a otra emisora no se debe a una reacción defensiva o búsqueda de refugio, sino a una respuesta constructiva frente a la desnaturalización de los medios involucrados en una inmensa estafa política y la malversación de la verdad.
No es de extrañar que los únicos periódicos que mejoran su difusión en Euskadi sean los pertenecientes al Grupo Noticias, al tiempo que los diarios de Vocento, actores principales del fraude institucional, sigan en imparable descenso. ¿Cómo interpreta Vocento sus malos resultados? Se engaña al atribuirlo sin más a la crisis económica y se equivoca si busca consuelo en el dato, incuestionable, de su liderazgo. Aquí y ahora se está produciendo una alteración de las preferencias sociales en el consumo mediático, cuya dinámica es consecuencia de una quiebra política que rechaza la mayoría social, y ésta, a la espera de que llegue el momento de votar, se manifiesta en la aceptación de unos medios y el rechazo de otros. Sólo hay que hablar con la gente, con todo tipo de gente, para constatar este fenómeno singular que es el clamor de las audiencias.
Es verdad que los problemas no empiezan y acaban en la evolución de las audiencias, porque hay otras realidades en las que se despliegan las preocupaciones de las personas, atribuladas hoy por el desempleo y las incertidumbres de la economía. Mi observación es que hay un grave deterioro de las relaciones de convivencia entre los distintos sectores (nacionalistas vascos y constitucionalistas españoles) y que se ha retrocedido mucho camino tras la conformación de un gobierno que excluye por principio a la mayoría electoral. En este sentido, los medios que apoyan al tándem López-Basagoiti están acrecentando esta distancia mediante el desprecio y ninguneo del papel trascendental ejercido por el nacionalismo vasco durante más de treinta años, como si pretendieran reescribir la historia. Hay una sima ética entre opinión y verdad.
Los ciudadanos han decidido intervenir en la situación política de la manera en que pueden, alterando el mapa de las preferencias mediáticas. Es un hecho relevante. No obstante, no hay que sobrevalorar la importancia de los medios en las grandes decisiones colectivas. Es pertinente recordar sus limitaciones: los medios median, pero no remedian.
* Consultor de Comunicación