La presente es una semana que tenía que implementarse las restantes 53 del año. Todas las grandes ciudades se vuelcan en exponer los logros obtenidos y los que preparan en cuanto a la movilidad sostenible se refiere. Lejos quedan las urbes en las que los coches eran los amos de calles y plazas, los aparcamientos eran espacios siempre predominantes y el peatón era una variable a despejar de la ecuación urbana. Hoy en Bilbao es todo lo contrario. Los intereses se han invertido. Importa sobre todo el ciudadano, el desplazamiento a pie, que por otra parte sigue siendo predominante ya que el 66% de los tránsitos por la villa se efectúan andando. Cada vez circulan más los transportes personales como las bicis o los patinetes que no contaminan. Empiezan a verse furgonetas y motos eléctricas. El uso del metro, trenes de cercanías, bilbobus o funicular sigue creciendo año tras año. Los turismos, por contra, bajan en sus recorridos por la ciudad, acuciados por un espacio cada vez menor para estacionar, aceras más grandes con calles peatonalizadas de forma integral y una mayor concienciación social a la hora de usar el coche. Reducir la velocidad máxima a 30 kilómetros por hora e implantar la primera Zona de Bajas Emisiones son otros dos aldabonazos municipales en busca de una movilidad más segura y sobre todo que genere menos contaminación atmosférica. Que cale todavía más esta actitud es el objetivo de la Semana de la Movilidad. A ver si se mantiene todo el año.