ÁNCHEZ, ese mago que escapa de lo real, ha dejado en manos de las Comunidades la gestión limitada de toda una señora pandemia. Pedir autorización a los jueces, esperar a la Fiscalía y al Supremo suma días para poner en marcha decisiones con un virus campante y que en Euskadi ya es oro olímpico en la quinta ola. Las togas deciden atendiendo a nuestros derechos fundamentales que es casi tocarnos con su mano divina por ese derecho inalienable a contagiarnos. Año y medio después del estallido de la crisis, con el olvido del miedo, son los jueces quienes nos inmunizarán en base a derecho. ¿Cómo les decimos a los profesionales sanitarios y científicos que quien manda no son los gobernantes en base a sus criterios sino los jueces, que interpretan las leyes y como nuevos césares levantan y bajan el pulgar? ¿Están contabilizados cuántos morirán o tendrán secuelas persistentes en esta quinta ola porque las restricciones no son del gusto de algunos magistrados? La dirección de las urgencias de un hospital debiera estar presidiendo un tribunal y un equipo de togados atendiendo enfermos. La solución, acudir a ellos, como tribunales con derecho ejecutivo, pero en bloque y sin tregua, los Superiores, el Supremo, el Constitucional y lo que se tercie. Como siempre con sus afectados existirá la eterna doble velocidad, la de una Justicia que funciona demasiado lenta y un virus que lo hace demasiado rápido.

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