HE escrito mil veces, y con esta mil una, que el término euskarafobia se me hace muy áspero. Ocurre que, a veces, después de darles todas las vueltas posibles a determinadas noticias sobre el maltrato a la lengua vasca, uno es incapaz de encontrar otro motor que una mezcla de desdén, asco y odio hacia ella. Me dispongo a ponerles dos ejemplos recientes. Ya me dirán si exagero.

El primero lo encontramos en Sevilla y tiene que ver, aunque sea colateralmente, con la final de Copa del pasado sábado en La Cartuja. Con la intención de atender lo mejor posible a los 100.000 hinchas rojiblancos que se esperaban en La Cartuja (cifra que se confirmó), una empresa de trabajo temporal puso una oferta para contratar camareros que atendieran la inmensa barra de Athletic Hiria, la fan zone rojiblanca, en la que se pedía que los aspirantes supieran hablar euskera.

La bronca en el estercolero de las redes sociales fue de pantalón largo. Pero no se quedó en las bocachancladas de los sulfurados adalides de la lengua única. Lo gordo es que la Inspección de Trabajo andaluza ha abierto un expediente a la ETT que podría saldarse con una multa de hasta 225.000 euros por vulneración de no sé decirles qué derechos laborales.

Imaginen, sin más, que, en lugar de la Copa española, se hubiera disputado la final de la Champions entre, pongamos, el PSG y el Manchester City y que para las fan zones respectivas se pidieran camareros que hablasen francés o inglés. ¿Alguien habría montado en cólera? La petición sería lo más razonable del mundo. Pero el euskera... ¡ah, eso es tabú!

“Fracaso escolar”

Y la otra bronca incomprensible es la denuncia aireada por el diario El Mundo de un matrimonio colombiano de Ermua que siente que están condenando al fracaso escolar (literal) a sus hijas porque las han asignado a un centro que educa en euskera.

Pasando por alto que se les habían ofrecido opciones en castellano a una distancia nada descabellada de su domicilio, como en el caso anterior, uno vuelve a la comparación. ¿Es que las criaturas rumanas, magrebíes o senegalesas tienen opción de recibir clases en su idioma en la propia Ermua o, si nos ponemos, en Miranda de Ebro? Pues eso.