BUSCANDO otra cosa, anteayer me topé con la primera página de un ejemplar de La Gaceta del Norte del 5 de febrero de 1984, es decir, hace exactamente cuarenta años y dos días. Bajo la tristísima noticia del enésimo asesinato de ETA, el titular central rezaba: “Los baserritarras también protestan”. En la fotografía correspondiente se veía una caravana de tractores bajando por la calle Sabino Arana de Bilbao hacia el Sagrado Corazón.

Creo que la reflexión se escribe sola. Cuatro decenios después, las imágenes de apertura, igual de la moribunda prensa de papel que de las cabeceras digitales o de los espacios televisivos que se bandean mal que bien es prácticamente la misma. Cambia el escenario de fondo –los puntos estratégicos de Gasteiz o Iruñea, en nuestro caso; Bilbao toca el viernes–, pero me temo que no el clamor de quienes en 1984 y en 2024 se sienten agraviados.

Se repetirán

Y siento ser pesimista, pero algo me dice que, así que pasen otros cuarenta años, “si somos vivos”, como decía mi abuela política Menta, seguiremos asistiendo cíclicamente a idénticas protestas. Cambiarán, y ni siquiera demasiado, los modelos de tractor, pero poco más.

El incómodo grito será una versión corregida y aumentada de todos los anteriores, a los que, igual que entonces, igual que hoy, se responderá con la suficiencia infinita de los urbanitas –me asquea usar el mismo término que el caradura con mocasines y calcetines blancos Núñez Feijóo– que, en general tienen una idea nebulosa de lo que es el sector primario.

Como yo sí conozco el paño de primerísima mano, no voy a negar que las fuerzas más conservadoras (por no decir reaccionarias) se han apuntado a la primera línea de pancarta y que desde tiempo inmemorial están asentadas profundamente en lo más hondo del agro. Quisiera decir que solo en la Europa cerril y en la España más cerril aún, pero si miro a mi alrededor, compruebo que el virus no nos es ajeno en esta Euskal Herria de nuestros pecados.

Pero, parafraseando a Cortázar, no se culpe a nadie. Todos llevamos nuestra parte de pecado. Y sospecho que no imaginamos cuál será la penitencia.