EN los últimos 105 días, Israel ha acabado con la vida de 25.000 gazatíes, en su inmensa mayoría, mujeres y niños. Hablamos del 1% por ciento de la población de la Franja, según el censo más reciente. Me resisto a hacer traslaciones a nuestro terruño, pero sí he visto una comparativa con Madrid: el equivalente proporcional en la capital de España ascendería a 70.000 víctimas mortales.

Para los que solo nos dejan ser sionistas desorejados o antisemitas con balcones a la calle, añado que no me olvido de los 2.000 asesinatos perpetrados por Hamás el 7 de octubre ni de los centenares de rehenes israelíes que siguen sometidos a tortura por una organización que no tiene medio pase democrático. Es un imperativo moral denunciar lo uno y lo otro, pero sin perder de vista la apabullante desproporción. El Estado hebreo busca el exterminio de Palestina. Ojalá la UE, con su plan de paz anunciado ayer, enfoque bien la cuestión.

Una embajada para Irene Montero

Al lado de lo anterior, resultan banales las siguientes líneas, que no van de vida o muerte, sino de egos, politiqueo de baja estofa y lamentos tardíos de quienes, corran la suerte que corran, tienen en perspectiva una existencia infinitamente más desahogada que la media de quienes echan un ojo a esta página.

Con esos antecedentes, no he sabido si carcajearme o llorar un océano ante la confesión fuera de plazo de la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, de que, desde el gobierno de coalición (se supone que el más reciente), le ofrecieron una embajada a Irene Montero para que “dejara de dar problemas”.

Qué gran oportunidad para que Belarra hubiera ofrecido pelos y señales sobre el autor o la autora del ofrecimiento y, ya de paso, sobre la legación diplomática concreta a la que se pasaportaba a la molesta exministra de Igualdad. Pero ahí se acabó el chauchau, sin adquirir un nivel mayor que el de chisme de portería.

Obviamente, la pretendida revelación no iba más allá del sobeteo de ingles vengativo de quienes, ya sin disimulo, han escogido como estrategia para no morir el acoso y derribo del bando del que se ha formado parte en las maduras.

Nos quedan quintales de episodios del pelo. Continuará.