Hace días DEIA publicó una carta de un lector encabezada con el título Recuerdos que avergüenzan. No sé si soy un afortunado al no avergonzarme de mis recuerdos. Mis recuerdos son míos y de nadie más, por lo cual no tengo que avergonzarme de una época que viví como muchos ciudadanos de este país, que mas o menos sorteamos como pudimos, con picardía y con el saber que te da la vida en situaciones comprometidas y que hoy recuerdas sin dramatismos, viéndolo desde el punto de vista anecdótico. Pobres de nosotros si lo recordásemos con dramatismo, pesimismo y vergüenza. Si fuera así, algunos de mis coetáneos y yo estaríamos con problemas depresivos y psíquicos. Afortunadamente muchos de mis amigos, de diferentes tendencias e ideas, recuerdan épocas pasadas como una aventura, como así fue, olvidando los malos momentos y recordando los buenos con humor. Termino mi carta con una pregunta y su respuesta. ¿Sabes por qué el parabrisas es más grande que el retrovisor? Porque el camino que tienes por delante es más importante que el que dejas atrás?