LA próxima semana, el término disminuidos desaparecerá, por fin, de la Constitución española. Parece fuera de toda lógica que, en un tiempo como el actual, donde se ha avanzado mucho en la inclusión, una palabra semejante siga perteneciendo a la definición de las personas por su condición física o intelectual. Lo asombroso, además de la pervivencia de la propia palabra, es que se hayan necesitado dos legislaturas para poder llevar adelante esta modificación. Bueno será que se logre. Me temo, en todo caso, que habrá quien aproveche el debate para mezclarlo con otros intereses. Un nuevo ejercicio de inútil politización.