LO clamaba el ministro franquista y luego fundador del Partido Popular Manuel Fraga Iribarne: “La calle es mía”. Lo dijo, como titular del Ministerio de Gobernación (ahora es Interior), para justificar la represión contra quienes protestaban y reivindicaban. Ahora la derecha le ha cogido tanto gusto a la calle que parece que no entra nunca en casa. Ha entendido que en la agitación constante de la calle, en la escenificación de la supuesta indignación popular –también en el sentido partidista–, está la semilla del malestar social, caldo de cultivo del asalto al poder. Ha aprendido bien de la izquierda.