PREGUNTARSE si la repentina defensa del Gobierno español del uso del catalán en la UE es por estrategia electoral relacionada con la investidura de Pedro Sánchez es, cuando menos, irrisorio. Y tener que escuchar que Catalunya ha sido más vehemente en que se reconozca su derecho lingüístico que Euskadi es trágico porque revela que nunca se ha oído el clamor de nuestras instituciones. El 22 de julio, un día antes de la jornada electoral, catalán y euskera compartían la misma vulneración. Los resultados del 23-J han creado dos categorías lingüísticas. Nuestros idiomas no deberían ser utilizados por intereses políticos. Vamos tarde.