LO que me pude reír el otro día. Se trataba de una reunión de compañeros de los tiempos universitarios que de vez en cuando quedamos para comentar los últimos avatares de nuestras respectivas vidas. Bueno, abunda también la retrospectiva de los tiempos que algunos se empeñan en creer que fueron mejores. Y, claro, también se salpican algunas anécdotas entre vino, croquetas y tortilla. La política, ingrediente principal en las reuniones, se sirve templada. No tanto en esta ocasión.

En ello estaba cuando escuché cómo uno de nuestros camaradas le recriminaba a otro sobre la pertenencia de este último a la organización ETA político-militar en una etapa de su vida. El interpelado se momificó por un instante. Luego, solo acertó a contestarle: “Pero sí eras tú el que me pasabas los Hautsi (revista de difusión de la organización mencionada). El acusador aprovechó la ocasión para ir a saludar a otro individuo. Entonces se me largó el alborozo para dar paso a la reflexión sobre el cinismo del interpelador que ahora ha devenido en acalorado defensor de un partido de la derecha más franquista. A mí esta memoria selectiva y su extravagante deriva me produce vergüenza ajena cuando se me va la risa. Hay gente que nunca se cae del caballo, simplemente elige cambiar de montura.

¿Hay que tomarse en serio a estos “iluminados” que han convertido su militancia política, muchas veces retribuida, en una carrera con más etapas que el propio Tour? No, no estoy haciendo una defensa del inmovilismo ideológico o del gregarismo zoquete. Todos hemos conocido en Euskadi trayectorias políticas singulares, militancias con idas y venidas, abandonos en el camino a ninguna parte y péndulos ideológicos de curvaturas casi imposibles. No soy nadie para condenarlas; existe la misma legitimidad a la hora de cerrar que a la de abrir puertas. Que se hayan pasado media vida de mudanza política es cosa de ellos. Pero lo que me llama la atención es el aparente convencimiento de su absoluta razón en cada una de las etapas ideológicas por las que han transitado. O eso, al menos, proclaman.

En esta feria hay de todo: desde Pío Moa, activista del Grapo (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) y autor de un atentado con martillo de soldador –¡qué indigencia de medios!– y ahora reconvertido en polémico historiador de éxito en su elogio a la rebelión militar de Franco contra el Gobierno constitucional de la II República, hasta aquella consejera del Gobierno vasco de coalición que fracasó en sus intentos de erigirse en líder de los socialistas vascos, primero, y más tarde en secretaria general del PSOE. Tras los fracasos, fundó UPyD que, poco o nada tenía que ver con su antiguo partido, y ahora hace bolos con cualquier organización de la derecha que le brinde un poco de protagonismo y le aplauda su tufo patriotero. Los epítetos que dirige a sus antiguos compañeros socialistas no son nada cariñosos.

Pero si hablamos de versatilidad política, existen casos casi extraordinarios. Hace unas semanas leí que el señor Savater, profesor de filosofía que se divirtió mucho en la lucha contra ETA, según sus propias declaraciones, justificaba la victoria electoral en Italia de la neofascista Meloni. El ahora blanqueador del fascio y antes referente de una parte de la izquierda argumentaba que “llamar fascismo a lo que sale de las urnas parece un poco exagerado”. Razonaba que en el Gobierno de España también tiene ministros de ideología comunista, tan totalitaria como la otra. Así que no pasa nada porque en Italia vaya a gobernar una admiradora de Mussolini, xenófoba y homófoba.

El escritor parece no haberse dado cuenta de que, hoy por hoy, en España existe un gobierno que defiende los valores democráticos y principios humanistas que él antes decía defender. Menos mal que, Juan Carlos Girauta, hombre de sólidas convicciones democráticas, le ha apoyado.

Nada más sonrojante que escuchar al articulista su autoproclamación de “rebelde” al serle concedida la Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo de la Comunidad de Madrid. No faltó la alusión a su paso por los calabozos en el franquismo. Es asombroso ver cómo algunos con unos pocos hilos se hacen un traje a medida, aunque a veces la ética les quede más holgada que la política. Sus alegatos a favor de Ayuso frente a Gabilondo para ocupar la presidencia de la Comunidad de Madrid no solo fueron oportunos sino rentables.

* Periodista