HACE ya algunos meses celebrábamos con esperanza el acuerdo entre los partidos vascos sobre las ideas fundamentales de una nueva ley educativa. Son múltiples los problemas que se presentan para su desarrollo: la delimitación y el papel de la educación pública, privada y concertada; su financiación; su organización interna; la consolidación de las plantillas; la superación de la segregación del alumnado; las “ratio” de alumnos por aula; el tratamiento de los idiomas; el papel de los padres, etc. Todos son muy importantes y cada uno tiene sus propias características; pero queremos incidir en otro aspecto que subyace en el fondo de toda esta problemática: Educar, ¿para qué? Vamos a hacerlo valiéndonos de una parábola de hondo contenido humano y gran aplicación a nuestra realidad.

¿Es la Educación nuestro tesoro?

1.- El tesoro de la educación.

Había una vez un labrador muy generoso. Tenía varios hijos haraganes y codiciosos. En su lecho de muerte les dijo a sus hijos que encontrarían su tesoro si trabajaban en un lugar preciso. Muerto el padre, cavaron de una punta a la otra el campo, buscando el oro en el lugar indicado. Pero no lo hallaron. Sabiendo la generosidad de su padre, abandonaron la búsqueda, creyendo que éste habría regalado su oro. Finalmente pensaron que, ya que la tierra había sido preparada, podían sembrar algún cereal. Cultivaron el trigo, lo vendieron y prosperaron.

De nuevo, los hijos pensaron que todavía el oro permanecía allí, bajo tierra y volvieron a cavar buscándolo. Luego de varios años se acostumbraron al trabajo y comprendieron la razón por la cual su padre utilizó este método para disciplinarlos y se transformaron en labradores honestos, sin preguntarse por el tesoro escondido.

2.- La parábola nos viene a decir que la educación es el gran tesoro de nuestro tiempo.

Pero, ¿qué clase de tesoro es éste? ¿Dónde está escondido? ¿De qué manera se accede a él y se reparte?

En primer lugar, hay que creer que el tesoro existe. La sustancia de este tesoro, la educación, es de índole espiritual, no material. La educación es esencialmente un valor de uso, no un valor de cambio; tiene valor, no precio. Pero también hemos de decir que, para mucha gente, la educación no tiene un valor real, es pura fantasía. Para esta forma de pensar, la educación y la escuela sólo sirven para buscar un empleo y un mayor prestigio social.

3.- ¿Dónde buscar el tesoro?

Esta dicotomía nos lleva a un segunda cuestión. ¿Dónde hay que buscar el tesoro? Este “dónde”, depende de la idea que nos hagamos de la clase de tesoro que hablamos.

El tesoro, piensan los hijos, está enterrado fuera del campo. Aplicándolo a nuestro tema, el tesoro de la educación, para muchos de nosotros se limita a los cambios que proponen las campañas ideologizadas y acríticas de los partidos, sindicatos y otros colectivos. Se nos olvida pensar que el tesoro de la educación está en el interior de las familias, de las aulas, en el desarrollo de los valores que se transmiten para el enriquecimiento de las personas y de la sociedad. La tierra que heredan los hijos del labrador es la propia tierra que nos lleva al encuentro del tesoro, siempre con esfuerzo, trabajo y espíritu solidario.

4.- Superar más dificultades.

Otro impedimento, tanto o más grave que los señalados, es creer que ya hemos encontrado el tesoro y que no hay que seguir buscándolo. En su aplicación: lo importante no es a quién se educa y para qué; lo que importa son el aumento de recursos materiales y nuevas tecnologías para la enseñanza. El tesoro queda sepultado bajo otros aspectos, válidos pero no esenciales. En toda esta mentalidad, propia de nuestra época, la educación y la cultura se reducen a la pura técnica y a lo económico. ¿Para qué exigir que estudien y se esfuercen los alumnos, si lo tienen todo a su alcance en la web correspondiente? Se confunde la cantidad de información con la calidad del conocimiento. Así, somos nosotros mismos los que enterramos el tesoro.

No queremos dejar de afirmar el esfuerzo realizado y el que se sigue realizando. Un esfuerzo no valorado en su justa medida. Una excesiva crítica seudocientífica, carente de objetividad y envuelta en pura propaganda electoral, ha ignorado los valores más profundos de una educación democrática y solidaria. Se ha olvidado la esencia del tesoro. Una educación liberadora nos tiene que llevar a una manera de pensar, sentir y actuar, del ser frente al tener, del grupo frente al individualismo, del servir frente al poder.

* Etiker son Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa