A imagen más mediática en los Juegos Olímpicos ayer fue, seguramente, la de Simone Biles al término del ejercicio de barra que le hizo ganar un bronce en su regreso. Pero, vaya usted a saber por qué, a mí se me fue la mirada al segundo plano, donde su compañera Sunisa Lee, la heroina olímpica del equipo estadounidense en ausencia de Biles, rompía a aplaudir de gozo con saltos y sonrisas al ver terminar sin percance el ejercicio. Había sincera felicidad aunque la compañera-rival la adelantaría al final en la clasificación. Me pareció sincera empatía; o es que soy muy ñoño.