O pido mucho para 2021. El objetivo para el nuevo año parece sencillo; poder seguir adelante sin más pérdidas, sin más miedo y sin tanta incertidumbre. El año pasado fue despiadado y cruel. Las últimas cifras dejan más de 3.000 fallecidos en Euskadi y a cien mil vascos sufriendo las secuelas de un bicho desalmado. La mayor recesión económica en tiempos de paz deja tirados a miles de parados y, en la cuneta, la ilusión de un porrón de trabajadores en ERTE. 2020 deja tristeza e intranquilidad. Ha sido el año del confinamiento, de las cuarentenas, las clases virtuales, el teletrabajo, de esas reuniones tras una pantalla bajo el frío desolador de los píxeles, y sobre todo, de miles de planes cancelados. Miro una foto de febrero. Es un cumpleaños entre amigos, todos amontonados y sonrientes. Nuestra vida en pandemia ha sido un plan de contingencia constante. Salir de casa con el ritual de la mascarilla, la toallita antivaho y el frasco de hidrogel. Dejar a nuestros mayores aislados y mirarlos desde la distancia. Quiero creer que pronto volveremos a dar todos los abrazos y besos secuestrados por miedo a poner a alguien en peligro. No espero que lo que ha pasado nos haga mejores, solo confío en que nos enseñe a resistir. Yo, para estos próximos 12 meses, me pido vida y alegría. Tienes, querido 2021, una gran oportunidad para demostrar de qué pasta está hecha la esperanza. ¡Cuento contigo!

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