NADA como el documento de tres folios con que el abogado general del Gobierno británico, Geoffrey Cox, trasladó en la mañana de ayer a Theresa May su “opinión legal” sobre los acuerdos a que la premier ha llegado con la Comisión Europea de Jean Claude Juncker definía la situación -política, pero no solo- en Gran Bretaña antes incluso de la prevista votación decisoria de la tarde de ayer en la Cámara de los Comunes sobre el Brexit. Cox, en 19 puntos que se reducían a dos de los cinco últimos con sus conclusiones, venía a decir al tiempo que las nuevas garantías adjuntadas al acuerdo “reducen el riesgo” para Gran Bretaña de la salvaguarda de la frontera irlandesa o backstop y que “sin embargo permanece inalterado el riesgo legal” de ese backstop si fracasan las posteriores conversaciones que deben concretar la salida de la Unión Europea. Sopas y sorber o, en versión inglesa, you can’t have your cake and eat it (no puedes comer el pastel y tenerlo) que resume a la perfección la historia británica respecto a la UE. Con ese precedente y pese a los esfuerzos de Cox en su intervención ante los Comunes, que el “acuerdo mejorado” que presentaba May salvara los 230 votos de diferencia con que el acuerdo inicial sufrió una derrota histórica en esa misma cámara el 15 de enero se antojaba imposible incluso antes de que el DUP, los unionistas irlandeses de quienes depende la mayoría del gobierno, adelantaran su negativa. Y que numerosos y cualificados miembros del euroescéptico ERG conservador que reúne a entre ochenta y cien parlamentarios también mostraran su oposición anticipaba que el fiel que pretendía ser May en la balanza entre brexiters y remainers estaba roto y se confirmó con 149 votos de diferencia. Posponer y posponer hasta el último momento, a solo 17 días del definitivo 29 de marzo, la decisión sobre un acuerdo imposible solo ha sumido aún más a Gran Bretaña en la encrucijada en la que está desde hace más de 31 meses, cuando la osadía irresponsable de David Cameron llevó al referéndum del 23 de junio de 2016 y la ausencia de información sobre la realidad de la salida de la UE permitió el triunfo del Brexit con un exiguo 51,9% de los votos. Con o sin May, es decir, con o sin elecciones, todavía se trata de buscar un acuerdo (con la solicitud de una prórroga a Bruselas) o convocar otro referéndum.