HOY, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer, una jornada de carácter eminentemente reivindicativo en favor de la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres y contra todas las formas de machismo que aún imperan en nuestra sociedad, de las que el maltrato y los asesinatos y agresiones sexistas son su exponente más brutal pero no el único. La desigualdad y la discriminación por razón de género son inaceptables e inasumibles. Por ello, es necesaria la implicación de toda la ciudadanía, mujeres y hombres, así como de administraciones, empresas, partidos y cualquier tipo de colectivo en una batalla contra una lacra cuya persistencia nos empobrece como individuos y como sociedad. La institucionalización del 8 de marzo como Día de la Mujer ha conseguido visibilizar, socializar y concienciar sobre la necesidad de un gran cambio social que rompa barreras y techos de cristal de manera definitiva y permanente. La impresionante repercusión de la movilización del año pasado -de manera especial en Euskadi- ha dado paso en esta edición, además, a una convocatoria generalizada de huelga feminista a la que se han sumado sindicatos y diversos grupos sociales. El legítimo ejercicio de la huelga es un derecho democrático inalienable. Su utilidad para la reivindicación del objetivo que se persigue puede ser debatible pero en ningún caso negado o restringido siempre que se haga bajo la premisa de la libertad individual. De igual manera, es previsible que la movilización en las calles hoy vuelva a ser multitudinaria y es de esperar que transcurra bajo el mayor respeto a la participación y a la libertad de expresión por parte de todos. Por otra parte, en los prolegómenos de este 8-M está teniendo lugar una preocupante inflación de declaraciones políticas, contextualizadas claramente en un clima de precampaña electoral, en las que se lanzan denunciables discursos de enfrentamiento que pervierten el objetivo de la igualdad. En cualquier caso, las reivindicaciones del 8-M deben pasar de la calle a las instituciones con el objetivo de garantizar la igualdad real. La abrumadora adhesión de las parlamentarias vascas a la huelga -que impedirá hoy la actividad de la Cámara- es un termómetro de esa necesidad de reformas para las que ellas, como representantes de la sociedad, y sus partidos deben convertirse, por su propia actividad y dinámica, en palanca fundamental de ese cambio.