NO hay que lamentar daños personales ni materiales más allá del centenar largo de hectáreas de monte que ardieron en los incendios del domingo en Bizkaia. Solo cabe congratularse de ello y valorar positivamente la capacidad de reacción puesta de manifiesto por las dotaciones de bomberos de Bizkaia y la colaboración de unidades limítrofes. Pero de la experiencia cabe consolidar la convicción de que el método de reacción ante la amenaza del fuego es una estrategia preventiva. No porque consolidarla con las campañas de concienciación y el mantenimiento de las estructuras y sistemas de comunicaciones -la existencia de pistas forestales en las zonas quemadas en Muskiz permitió optimizar la labor de los bomberos- vaya a impedir el 100% de los factores de riesgo pero sí porque una y otra vez queda en evidencia que ante los imponderables, esa estructura de respuesta y esa red de comunicaciones permite una respuesta eficiente. Tanto en términos de celeridad como de seguridad de las personas que son agentes activos -servicios de extinción- como pasivos -vecinos afectados- del incidente. No es conveniente perdernos en un debate sobre la mayor o menor dureza de la reacción social a través de la justicia ante las acciones delictivas que hay detrás de un número significativo de incendios. Solo ayer, más de un centenar de fuegos ardían en la cornisa cantábrica. No todos ellos eran provocados ni todos ellos eran fortuitos. La casuística es diversa y va desde la mera casualidad a la imprudencia, pasando por la voluntad delictiva, ya sea esta motivada por intereses individuales o colectivos o simplemente por la acción de pirómanos, con su componente de trastorno patológico. Para cada una de esas circunstancias hay medidas preceptivas. Pero sería un error pretender que una política coercitiva más dura, con sanciones penales más elevadas, va a disuadir por sí sola de todas ellas. Es por eso que la prevención, que comienza en el ámbito individual y no solo en las medidas que dependen de las administraciones, es la herramienta más fiable. Está, muchas veces, conectada con el civismo y, en ese marco, se han ganado batallas pero aún queda camino hasta generalizar una sensibilidad hacia el medio ambiente cuya carencia tiene un exponente claro en los incendios forestales, pero no el único.