LA confirmación el pasado sábado por parte del Senado de los Estados Unidos de la designación del juez Brett Kavanaugh, pese a estar acusado de abusos sexuales, como nuevo miembro vitalicio del Tribunal Supremo norteamericano supone una de las mayores victorias del presidente Donald Trump en sus casi dos años de mandato y, al mismo tiempo, significa un rotundo fracaso para el Partido Demócrata. La incapacidad cada vez más manifiesta de la formación progresista para hacer frente a las políticas de Trump pese a todos los escándalos que protagoniza y a las polémicas decisiones que adopta es alarmante. Además, su nivel de influencia ha bajado de modo considerable y se está convirtiendo en su mayor hándicap, incluso pese a la labor que está desarrollado la prensa y a las movilizaciones ciudadanas. Las elecciones legislativas que tendrán lugar el próximo 6 de noviembre medirán el estado real de la correlación de fuerzas pero el escenario no es muy alentador para los demócratas, que ni siquiera han sabido rentabilizar el potente movimiento #metoo, sobre todo ante las graves acusaciones de varias mujeres contra Kavanaugh por acoso, abusos e incluso intento de violación. Por contra, Donald Trump ha ganado un pulso de gran significado político con la elección de Kavanaugh, que se convierte en un elemento clave para inclinar la balanza del siempre decisivo Tribunal Supremo hacia posiciones aún más conservadoras en asuntos de especial sensibilidad y trascendencia social. Y esta es otra, y muy esencial, de las claves de la designación de un juez que tiene un claro perfil político, siempre ha estado próximo a los círculos de poder de Washington y que a priori tiene posiciones muy a la derecha. De ahí el desasosiego de las organizaciones en favor de los derechos civiles, de las feministas, de las minorías -incluido el colectivo LGTB- y de los inmigrantes. Cuestiones como el aborto, la igualdad -el antecesor de Kavanaugh en el Supremo, Anthony Kennedy, conservador pero moderado, fue clave en decisiones como el matrimonio igualitario o la interrupción del embarazo- o la inmigración pasarán por sus manos y su voto. Incluso puede resultar trascendental en la decisión sobre el impeachment o destitución de Trump. El presidente norteamericano ha sabido, una vez más, guardarse bien las espaldas.
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