Un año del 1-O: aprender de los errores
En el aniversario del referéndum soberanista, todas las partes deben sacar conclusiones de la situación generada y buscar una solución, que en cualquier caso debe pasar por que Catalunya decida su futuro
CATALUNYA vive hoy el primer aniversario del 1-O entre la tensión apenas contenida -los incidentes violentos, agresiones y enfrentamientos con los Mossos d’Esquadra de este sábado lo corroboran- y la incertidumbre sobre su futuro inmediato. El referéndum que tuvo lugar el año pasado en aquella jornada pese todas las trabas -desde su declaración como ilegal por parte del Tribunal Constitucional a la brutal actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil contra la ciudadanía que solo quería ejercer su voto-, con la participación de 2,2 millones de personas marcó el punto álgido de un procés soberanista con muchas aristas y que aún hoy está por definir y concretar pero que difícilmente tiene marcha atrás. Al menos, en su espíritu y voluntad intrínseca y netamente democráticos y que conecta con la voluntad abrumadoramente mayoritaria de la sociedad catalana en su sentido más amplio y plural, y que es su empeño en ejercer el derecho a decidir libremente su futuro. Un año después, las consecuencias de la actuación político-judicial contra el 1-O son una herida abierta en Catalunya, con nueve personas en prisión, siete huidas y en el exilio y seis en libertad bajo fianza, todas a la espera de un juicio que podría celebrarse en los próximos meses y cuyo futuro puede ser muy complicado. Ayer, tanto el lehendakari, Iñigo Urkullu, como el líder del PNV, Andoni Ortuzar, fueron claros durante sus intervenciones en el Alderdi Eguna -acto en el que se hizo un evidente guiño a Catalunya y que lució un gran lazo amarillo- en exigir la libertad de todos los encarcelados. Llegados a este punto, es imprescindible que todas las partes saquen conclusiones y aprendan de los errores cometidos -propios y ajenos- para no repetirlos y para encauzar una solución al conflicto evitando que se enquiste y que la confrontación amenace la convivencia. A este respecto, el independentismo debería, sin renunciar a lo esencial, apostar por el posibilismo y por priorizar un acuerdo. Por su parte, el Gobierno español -como ya le ha advertido el president Quim Torra y ayer en Foronda el líder del PDeCAT, David Bonvehí- debe pasar de las palabras a los hechos coadyuvando a la búsqueda de una solución para los presos y afrontando un diálogo real con el Govern que, como el propio Pedro Sánchez apuntó tímidamente, lleve a una solución política y democrática como sucedió en Quebec.