EL primer Consejo de Ministros del Gobierno de Pedro Sánchez -que tuvo lugar ayer, apenas 24 horas después de su toma de posesión- quiso aparentar el inicio de una nueva etapa mediante lo que desde algunas instancias se ha interpretado como gestos dirigidos a destensar cuestiones que se encuentran enquistadas, principalmente la situación en Catalunya. Sin embargo, sin obviar que, en efecto, se vislumbra un nuevo talante y se verbaliza una disposición al diálogo que se deberá concretar en el breve plazo, esta primera reunión del Ejecutivo no ha estado precisamente marcada por gestos reales destinados a desbloquear los problemas prioritarios que la propia ministra portavoz, Isabel Celaá, resumió, de forma un tanto torpe, como “la integridad territorial”. Es decir, Euskadi y Catalunya. El modelo de Estado. El Gobierno español vendió como un gesto hacia la normalización y para facilitar el diálogo el levantamiento del control de las cuentas de la Generalitat catalana, cuando era una medida obligada, de oficio, tras el fin de la intervención por aplicación del artículo 155 de la Constitución. Así tuvo que explicarlo después el Ministerio de Hacienda en una nota aclaratoria. Es, por tanto, un “gesto” en realidad inexistente. En cuanto a Euskadi, pese a que Sánchez avanzó en su discurso de investidura un mensaje de establecimiento de una relación prioritaria con los representantes vascos -llegó a señalar al PNV como “socio preferente”, sin más concreción-, tampoco el Ejecutivo ha avanzado en esa dirección, sino que, al contrario, en lugar de marcar mediante algún gesto los asuntos perfectamente marcados en la denominada agenda vasca, ha diluido las especificidades en un nuevo y decepcionante café para todos del tradicional discurso autonómico. Ayer mismo, el lehendakari, Iñigo Urkullu, reveló que ha enviado un escrito a Sánchez en el que le plantea la necesidad de la apertura de una vía de diálogo para profundizar en el autogobierno vasco. Es ahí, en el diálogo sobre el avance del autogobierno, la convivencia y el desarrollo económico, donde está situado el campo de juego en Euskadi, más allá de llamamientos etéreos e inconcretos. De momento -y es cierto que estamos aún al inicio de su andadura-, en este terreno el Gobierno de Sánchez solo ha enviado señales de humo.
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