CON la naturalidad de lo cotidiano se ha abierto camino la participación ciudadana en los modelos de decisión. Hoy es difícil encontrar una institución que no tenga una agenda de participación ciudadana en la que someta en mayor o menor medida aspectos de su gestión al escrutinio público mediante procedimientos de consulta de la opinión de sus administrados. Se someten a criterio de la ciudadanía partidas de los presupuestos locales y se abren al criterio y aportaciones de la calle proyectos urbanísticos que van a incidir en la calidad de vida de la sociedad. Por encima del riesgo inherente a que los procesos de participación no hayan adquirido aún la dimensión suficiente o la garantía de universalidad que evite su capitalización por parte de colectivos concretos, lo cierto es que la ciudadanía en general, y por supuesto la vasca, va haciendo suyo el deseo de expresar su opinión siempre que se le da la opción de hacerlo. Esto está dando lugar a un modelo de gestión de lo público muy pendiente de esa realidad, obligado a atender no solo a criterios técnicos o ideológicos a la hora de adoptar decisiones sino a hacerse entender para que sus decisiones cuenten con el respaldo más amplio de una ciudadanía que, como los administradores de lo público tienen muy en cuenta, es la que determina quién la gobierna. Es esta una relación en la que los medios de comunicación venimos tratando de ocupar una posición. Hoy, la convicción social de que la comunicación es inmediata también arrastra el lastre de ser efímera; no permanece. Los poderes públicos consultan a la ciudadanía con carácter sistemático, pero ocasional. Es un estrecho terreno de juego. Los medios de comunicación somos una herramienta para consolidar el vínculo necesario entre la calle y los mecanismos con los que una democracia se dota para generar consensos. La evolución en los usos de consumo apela a todo el sector para crear sus propias fórmulas para conectar con la opinión de la calle. Más allá de informar verazmente e interpretar los hechos para nuestros lectores aportando nuestra propia cosmovisión, en DEIA estamos empeñados en servir de canal transmisor de la palabra de la ciudadanía en los asuntos de su interés, que son todos. No hay cotos para el criterio de las vizcainas y los vizcainos. Nuestro reto es acogerlo y proyectarlo.