EL éxito de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez contra el Gobierno de Mariano Rajoy ha dejado al Partido Popular en estado de shock y sin capacidad de reacción ante su inesperado y súbito pase a la oposición. A partir de ahora, los populares deberán hacer un duro ejercicio de autocrítica, de profundo análisis sobre sus actuaciones pasadas en las que han abundado los casos de corrupción que, en último término, le han llevado a su hundimiento, sobre su débil o nula respuesta a estas actuaciones y sobre su próximo futuro, abordando un necesario proceso de regeneración si quieren volver a ser alternativa de gobierno en el Estado español. Resulta lógico que en estas circuntancias algunos dirigentes del PP experimenten una sensación de frustración y decepción ante la pérdida del poder, pero esta rabia inicial no debería llevarles -como parece que empieza a suceder- a dejarse llevar por un sentimiento de venganza. Tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez hicieron gala durante el debate de la moción de censura de su apuesta por la imprescindible estabilidad institucional y económica y del cumplimiento de sus compromisos como garantía de bienestar más allá del cambio de gobierno. Tanto es así que el propio dirigente socialista se comprometió a respetar los Presupuestos del Ejecutivo de Rajoy que se habían aprobado una semana antes. Sin embargo, algunos dirigentes del PP, llevados quizá por ese sentimiento de frustración, están deslizando la amenaza más o menos velada de que la formación popular podría retirar sus apoyos al Gobierno vasco y estaría dispuesta a introducir enmiendas a los Presupuestos durante su tramitación en el Senado -donde tienen mayoría absoluta- de cara al debate que empieza esta semana y que pondrían en peligro fundamentalmente los compromisos de inversiones en Euskadi, valorados en 540 millones de euros. Sorprendería, en cualquier caso, que el partido que ha liderado las Cuentas desde el Gobierno juzgándolas como las mejores posibles y garantía de estabilidad, bienestar y crecimiento económico se dedicase ahora a boicotearlas como forma de rabieta por su desalojo de La Moncloa y como estéril castigo al PNV. El revanchismo es mal consejero en política y es una actitud carente de seriedad. Por contra, la responsabilidad es un valor en sí mismo. El PP ha tenido oportunidad de aprenderlo ya en los últimos días.