LA actualidad política ha subido grados en el Estado español de la mano de la moción de censura que comienza a debatirse hoy en el Congreso y la expectativa factible de que existan mimbres para salir adelante. La confluencia de intereses políticos que no fue posible conjugar para generar una alternativa estable al inicio de la legislatura se está alineando ahora fruto de una sentencia que no dejaba de ser previsible ni incluye elementos desconocidos para la sociedad en el pasado reciente y en el lejano. La gestión del momento político parece tener más que ver ya con el día después que con el escenario previo y, en esa dinámica, la incertidumbre lleva camino de instalarse con la eventual sustitución de un gobierno débil por otro no menos dependiente de apoyos externos cuya confluencia de intereses puede tener fecha de caducidad muy próxima. Con independencia de la resolución de la moción de censura contra Mariano Rajoy, es ese panorama posterior a la votación el que debe afrontarse con inteligencia política. El día después de la moción debe abrirse el escenario de diálogo que no ha sido posible en diversos ámbitos. El momento requiere de un compromiso de estabilidad que sea capaz de reconducir la relación del Estado con Catalunya toda vez que parece factible asentar un Govern capaz de gestionar los intereses diarios de los ciudadanos además de las legítimas aspiraciones de sus líderes. Igualmente, cerrar los ojos o buscar respaldo en las mayorías del Estado frente al proceso de revisión del autogobierno vasco por parte de quienes recelan de ese debate solo significaría posponer una vez más las soluciones a una realidad empecinada: la mayoría social vasca quiere profundizar en su autogobierno, sin que eso signifique abocarla al camino de la ruptura. En el corto plazo, hay debates en la calle que requieren de tanta o más atención de la que se dedica, con razón, a la corrupción: las pensiones, la igualdad de género, la formación y el desarrollo de sectores productivos de valor añadido. La tentación de convertirlos en ejes de un debate electoral para posponerlos después, como ya se ha hecho en el pasado, es irresponsable. Las urnas no solventaron en la doble cita que desembocó en la situación actual esos retos. Requieren medidas de calado y amplio consenso que exigen más que una mera sustitución en Moncloa.