EN los debates sobre los sistemas de inserción y ayudas sociales, el mejor modo de encarar un asunto especialmente sensible -tras una década de limitación de recursos públicos y privados como consecuencia de la larga crisis iniciada en 2008- es disponer de datos objetivos que permitan contrastar las impresiones con la realidad. Es incuestionable que enla sociedad vasca se ha instalado una hipersensibilidad relacionada con el destino de los recursos públicos que algunas sensibilidades políticas han aprovechado para fustigar interesadamente a los responsables de las instituciones. Esa estrategia ha tenido en el pasado un significativo grado de éxito que ha llevado a cuestionar la fiabilidad de los sistemas públicos de inserción social, que se han visto sacudidos por prácticas puntuales de fraude elevadas a categoría para el imaginario colectivo. El trabajo realizado por la Diputación Foral de Bizkaia en ese sentido ha servido para encarar la verdadera dimensión de los problemas de esas características y sitúa los discursos apocalípticos sobre el asunto en el nivel de las fake news. Los datos son concluyentes tras analizar 30.000 servicios y prestaciones sociales y ofrecen un panorama en el que el fenómeno del fraude es residual. Un 98,8% de los servicios prestados lo han sido correctamente y sólo se han detectado problemas en casos cuya cuantía total se sitúa en 1,4 millones de euros, que además han sido recuperados. Adicionalmente, la virtud de una iniciativa de control de estas características está en las garantías que aporta a los administrados. Investigar no equivale a presuponer un fraude y, sin embargo, la foto real de la asistencia social en Bizkaia reivindica la fiabilidad y la eficacia de los servicios sociales en un momento en el que revisar la eficiencia y mejorar el servicio redunda en la tranquilidad de todos. Y permite centrar el debate en el fondo de la cuestión y no en sus formas: la sociedad vizcaina y la vasca ha hecho históricamente una apuesta por la solidaridad y, con ella, una estrategia de cohesión que va en favor de su propia estabilidad. El cuestionamiento de los servicios sociales, de todos, es consecuencia de duros años de crisis económica pero un escenario cíclico derivado de la coyuntura económica no debería llevar a abandonar principios que han demostrado su utilidad en los momentos más difíciles.