LLEGADOS a la semana decisiva en relación a la recuperación del autogobierno por parte del Ejecutivo catalán y de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado existe el riesgo perverso de encarar el presente más inmediato perdiendo la perspectiva real del camino que nos ha traído hasta aquí. Hoy es sencillo un análisis reduccionista que identifique en el PNV la responsabilidad sobre las cuentas del Estado o que deje el mantenimiento del 155 en manos de decisiones de naturaleza exclusivamente política. Para tomar perspectiva se requiere tomar distancia. En primer lugar, la distancia del tiempo. El recorrido político del proceso de restitución de las instituciones catalanas está siendo largo, farragoso y no exento de intereses particulares. El objetivo fundamental no e la propia restauración del autogobierno sino explicitar la capacidad de la mayoría parlamentaria independentista de condicionar la agenda del Estado. Es una estrategia cuyo coste es político, pero también social y, en consecuencia, no debería recaer en terceros. No están en su ecuación aspectos que sí se encuentran en los presupuestos, cuyo nexo umbilical es evidente. En ellos se han incorporado elementos cuya afectación a amplios colectivos sociales es objetiva. La mejora de las pensiones es uno de ellos; la presión que ha permitido ampliar la dotación de fondos para la lucha contra la violencia de género es otro; las específicas dotaciones para inversión en Euskadi, es un tercero. Previo a todos ellos, el PNV ha mantenido como condición para respaldar los presupuestos la normalización en Catalunya. No es asunto menor que deba supeditarse automáticamente a la conveniencia de aplicar las ventajas obtenidas en la negociación presupuestaria, porque el precedente de la suspensión de la autonomía es grave. Pero tampoco debería ser asumido como un abrazo del oso del que no se puede escapar. Hay vías para ello. La más evidente es que quienes comparten la estrategia del 155, en la medida en que lo consideran prioritario, sean consecuentes y no añadan inestabilidad tumbando los presupuestos. Ahí el PSOE tiene un papel que decidir. Además, la intervención del Estado en Catalunya también tendría punto final con un ejercicio de pragmatismo que ponga sobre la mesa un Govern viable y no solo reivindicativo. Ocurra lo que ocurra, los costes de las decisiones de cada cual tendrán efectos de carácter general. No son privativos de un solo actor.
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