LAS aunque contenidas contrarias reacciones que ha desatado en la comunidad internacional el referéndum planteado por el Gobierno Regional Kurdo (KRG) de Masud Barzani y el cuestionamiento de su validez pese a la participación del 72,1% (más de 4 millones de los 5,3 del censo) y un 92,7% de los votos favorables a la independencia del Kurdistán iraquí demuestran de nuevo que el respeto al derecho de autodeterminación de los pueblos que preserva la Carta de las Naciones Unidas se supedita a los intereses momentáneos de las potencias. Sucedió, por ejemplo, con el veto de EE.UU. en el Consejo de Seguridad de la ONU al reconocimiento de Palestina como Estado en diciembre de 2014. Y ya había sucedido anteriormente, en febrero de 2008, con la negativa de Rusia a reconocer a Kosovo. También antes en los Balcanes. O antes en el Sahara. Los propios kurdos -en Oriente Medio se reparten en torno a 40 millones- ya sufrieron esa subordinación del derecho al interés cuando, tras la Primera Guerra Mundial y la derrota de Turquía, los aliados esbozaron la creación de un Estado kurdo en el Tratado de Sèvres, en 1920, que desapareció sin embargo del Tratado final de Lausana de 1923. O más recientemente cuando, tras la Guerra del Golfo de 1991, las fuerzas kurdas se hicieron con el control del kurdistán iraquí y posteriormente colaboraron en 2003 con EE.UU. para acabar con el régimen de Saddam Hussein y, con la promesa de Washington de negociar una especie de soberanía compartida, aceptaron formar en el gobierno federal iraquí que ahora plantea utilizar la fuerza para impedir que el resultado del referéndum alumbre un Estado kurdo a pesar de que el gobierno Barzani se muestra dispuesto a negociar la relación de este con Bagdad. Y Washington, que a través de la portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, mostró su “desilusión” por el referéndum pero aseguró que este “no cambiaría su relación histórica con el pueblo de la región del Kurdistán iraquí”, está hoy más interesado en consolidar el gobierno federal de Al Abadi en Irak, en asegurar la reserva de petróleo (calculada en 45.000 millones de barrilles) y su explotación anual (más de 500.000 barriles) del Kurdistan iraquí y en que la instauración de un Estado kurdo (que solo apoya Israel) no altere la posición de Turquía, su aliado, e Irán, su enemigo, ni el difícil equilibrio en Oriente Medio.
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