Cuidado, padres sueltos
Somos un país de tradiciones. Procesiones, fútbol, intolerancias políticas, torrijas de Semana Santa... En fin, serían innumerables. Unas convencen y otras no -como los famosos pimientos de Padrón-. Afortunadamente algunas van desapareciendo, como los toros abrasados vivos, los lanceados de la Vega, cabras ápteras que “volaban” desde campanarios, cuellos de gansos desgarrados, etcétera. Costumbres que se van y nuevas aparecen. Las de los padres vigías-defensores a mamporro limpio de los valores genéticos y talentosos de sus retoños, siempre están ahí como un ejemplo deplorable. Un buen amigo, Jesús Etxebarria, es entrenador-instructor del Arenas Club Benjamines sub-10, y califica el cuadro como “descorazonador”, aunque, afortunadamente, todavía no hable por propia experiencia. Paradójicamente, lo que para los críos es una pura diversión deportiva donde aprenden a competir entre la picardía párvula, camaradería y el bocadillo compartido tras el encuentro, sus parentelas presentes insisten en traumatizarles desde las gradas con actitudes violentas, verbales y físicas contra los equipos arbitrales, y entre ellos mismos. Se han publicado imágenes inconcebibles. Los pequeños se arropan entre sí y miran hacia otro lado para disimular su vergüenza ajena. Después, todos se marchan, manos en hombros, dejando a los que nada entienden con sus furias personales, tan poco edificantes.
Alberto Fdez. Araujo Barakaldo