Ganar la igualdad
EL sábado 4 de marzo fue, posiblemente, el día de mayor carga emotiva desde que ocupo la secretaría del Euzkadi Buru Batzar. Esa mañana, las personas que integramos EAJ/PNV rendimos un homenaje a todas las mujeres nacionalistas que a lo largo de la historia dieron (y dan) lo mejor de ellas mismas al servicio de este país, Euskadi, para que nuestra sociedad, nuestro pueblo, sea mejor, más libre, justo y equitativo cada día. Mujeres incansables que, muchas veces desde la invisibilidad, han contribuido de forma decisiva a la consolidación de una nación vasca cada día más plural, diversa, tolerante y sustentada en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
El pasado sábado, por primera vez en los más de 120 años de vida de este partido, reunimos a más de 600 mujeres nacionalistas llegadas de los siete herrialdes (el salón de actos de Sabin Etxea se nos quedó pequeño, e incluso el centenar de sillas colocadas en el hall resultaron escasas) en un entrañable encuentro que, por muy representativo que fuera, nunca lo será suficiente ni para identificar a las miles y miles de mujeres destinatarias del homenaje ni para agradecer el legado y el tributo que esta sociedad vasca les debe.
La lucha por la igualdad de las mujeres y su compromiso para con este país no se inició ayer. Son muchos los kilómetros recorridos en este camino. Muchos pasos adelante plagados de dificultades, de obstáculos y de atavismos vinculados a una cultura dominada por y para los hombres. Pese a las metas alcanzadas, pese a los objetivos conquistados, son hoy todavía muchos, demasiados, los desafíos a los que debemos hacer frente para derribar las barreras físicas y mentales que separan a la mujer de la igualdad efectiva entre géneros. Pero la complejidad de la tarea no nos conducirá a la capitulación. Al contrario: la magnitud del reto estimula nuestra determinación.
La igualdad es un derecho humano que toda sociedad que se dice avanzada y democrática debe ejercer e impulsar. No hacerlo representa dar un paso atrás, imposibilitar que la Euskadi de hoy avance inexorablemente hacia un nuevo tiempo en el que la libertad y el respeto cimienten la convivencia armónica entre mujeres y hombres, hacia un escenario en el que nuestras hijas, sobrinas y nietas puedan sentirse empoderadas para desarrollar en plenitud sus capacidades humanas, profesionales, culturales, políticas y económicas.
Son muchos los avances conseguidos en materia de igualdad en las últimas décadas. No cuestiono las conquistas obtenidas en el espacio público y en el privado, en los roles sociales y en el protagonismo de grupo. Las mujeres hemos conseguido romper muchos mitos y tabúes. Paso a paso, nos hemos abierto camino primero en la educación y en la formación, más tarde en el acceso y el desempeño de la actividad laboral. Se han registrado avances en el reconocimiento público y en la equiparación legal. Avances apreciables en las sociedades desarrolladas de un primer mundo en el que, aunque tarde, la igualdad se ha incorporado a la agenda del día a día. Sin embargo, en buena parte del planeta la mujer sigue siendo maltratada y sometida a todo tipo de discriminaciones sociales, laborales, políticas y sexuales que exigen una lucha decidida y permanente por la igualdad y la libertad. Y también en este primer mundo -y no podemos olvidarlas- millones de mujeres viven sometidas a una injusta esclavitud que quizá veamos lejana pero cuya liberación debe ser también prioridad para nosotras y nosotros.
La sociedad vasca es cada día más tolerante, más equitativa, más próxima a la igualdad, pero el trecho que nos separa de ella es aún un gran trecho. Todavía hay en Euskadi brechas abiertas que deben ir cerrándose, que debemos ir cosiendo. La primera y principal es la insoportable violencia que soportamos las mujeres por el mero hecho de serlo. Violencia física. Violencia psicológica. Violencia criminal a la que es necesario aplicar todo el peso de la ley y la mayor repulsa social. Violencia que hay que combatir con seguridad preventiva, con la denuncia pública de todas y todos, con tolerancia cero al sometimiento, a la discriminación y al abuso y con una decidida inversión de las administraciones públicas en educación, en formación y en la incorporación de los valores de igualdad y respeto desde los primeros escalones del sistema educativo.
Ante nosotras está, igualmente, la brecha salarial en el mundo laboral entre hombres y mujeres. No logro entender que, ya avanzada la segunda década del siglo XXI, una mujer cobre menos que un hombre por desempeñar la misma tarea. O que se discrimine a la mujer en su carrera profesional simplemente por su género y la capacidad que este le da de ejercitar la maternidad si así lo estima oportuno. Está también ahí la asignatura pendiente de la conciliación o la coparticipación igualitaria de hombres y mujeres en las responsabilidades del hogar o familiares, que durante muchos años han hecho que la mujer quedara relegada en el ámbito profesional o político. Necesitamos mayor visibilidad. Ganar el espacio que por derecho es nuestro. En la representación política, en el mundo de la empresa, en las organizaciones sociales, en la economía, en el campo académico, en la cultura, en el deporte.
Soy joven y soy mujer. Y en esa mi doble condición creo necesario hacer mención a un aspecto que cada día me preocupa más: la violencia que contra las mujeres, especialmente contra las chicas, se ejerce desde los teléfonos móviles, desde las tablets, desde los ordenadores. Soy usuaria de diferentes redes sociales. Creo en ellas, en su bondad social, en las espectaculares posibilidades de relacionarnos con los demás que nos ofrecen? cuando son usadas correctamente. Son herramientas valiosas para hablar, para compartir opiniones e inquietudes, incluso para localizar a una amiga o para estar localizable en todo momento. Pero también pueden ser (y a menudo son) utilizadas como instrumentos perversos de dominación y de violencia psicológica. Eso es lo que me preocupa y alarma: la mala utilización de las nuevas vías de comunicación y aplicaciones tecnológicas en las relaciones de las personas. Tras el impulso social que las redes sociales proporcionan, se agazapa amenazante el riesgo cierto del control, de una nueva esclavitud de servidumbre, alienación y sometimiento a las mujeres, especialmente a las jóvenes. Alertemos a nuestra juventud, a nuestros chicos y a nuestras chicas, de esta gran amenaza. Seamos conscientes, padres, madres y usuarios en general, del riesgo que una mala praxis tecnológica puede entrañar para nuestras vidas y las de nuestras hijas, sobrinas y nietas. Aprendamos y enseñémosles a utilizarlas correctamente. Es mucho lo que está en juego.
Hemos alcanzado metas que hace años pensábamos imposibles de lograr. Pero no podemos conformarnos. Todavía nos queda mucho por recorrer. Mujeres y hombres tenemos que construir una Euskadi igualitaria. Por ello, hoy, 8 de marzo de 2017, quiero animar especialmente a las mujeres jóvenes a adentrarse en este intrincado pero apasionante camino. Rompamos el techo de cristal de la igualdad legal para llegar a la igualdad efectiva. Las mujeres vascas estamos y estaremos aquí, conquistando y ganando nuestro futuro. Somos mayoría. Apliquémonos en ello. Se lo debemos a quienes nos precedieron. Ellas nos abrieron paso. Izan zirelako, gara. Eta garelako, izango dira. En su nombre, y como apuesta por nuestras hijas y nietas, ganaremos la igualdad.