Un 23 de febrero
EN 1843 se vaticinó el fin del mundo, según una profecía de Daniel; la estrella Eta Carinea se convirtió en la más luminosa del firmamento; en Inglaterra se botó el Greany Britain, el transatlántico más grande construido; Balzac publicaba Las ilusiones perdidas; Charles Dickens, Cuento de Navidad; Alan Poe, El gato negro; Wagner compuso El buque fantasma?
En Bilbao, en una casa de la alta sociedad, llena de lazos y organdí, nació Rafaela Ybarra. La villa tenía 900 casas, con calles empedradas y una buena ordenación urbanística. Dicen los historiadores que Bilbao era tan bonito que le llamaban “la tacita de plata”. Tenía cuatro núcleos de población: La Encarnación, San Agustín, el Instituto y la zona de La Ribera. Los montes jugaban al corro con la villa y guardaban el hierro en su corazón, aún no habían abierto sus entraña para descubrir su tesoro. El Bilbao que conoció Rafaela empezaba y terminaba en la ría. Toda la villa se alargaba paralela a ella, haciéndose ciudad.
Cuando los hagiógrafos escriben la vida de los santos, parece que alrededor del protagonista del relato el aire se para y una neblina dorada, como polvo de oro, envuelve en santidad al infante desde que da sus primeros pasos. En los evangelios apócrifos, cuentan que Jesús ayudaba a su padre en la carpintería y las virutas de madera las recogían los pajaritos. Esto, sin duda, era una fantasía de buena voluntad para describir la santidad del niño. Rafaela era una chiquilla que jugaba con muñecas, como todas las niñas, y esperaba con ilusión la llegada del padre para rebuscar en su maleta el último regalo de sus numerosos viajes.
Al terminar las guerras carlistas, Altos Hornos de Vizcaya crece de forma espectacular. El mineral es muy puro, se exporta a distintos países y se construyen ferrocarriles mineros para acercar la mercancía al mar. El gran creador de este espectacular florecimiento era José de Vilallonga, su marido. En sus primeros años de casada, enamorada y mimosa, no sabía que había mujeres como ella, mujeres-niñas que eran explotadas sexualmente en la trastienda paralela que crecía en el otro Bilbao. Un Bilbao que Rafaela desconocía. Entró de puntillas en ese Bilbao, fijándose primero en los pobres que pedían en San Nicolás. Su esposo le daba moneditas para las limosnas y Rafaela sentía asco -“Están tan sucios, cariño, y huelen tan mal..”- y se ponía guantes para que las manos no tocaran a aquellos desgraciados que no se lavaban.
Las damas bien situadas económicamente, hacían roperos para algunas familias necesitadas. A veces, visitaban enfermos en hospitales y, así, Rafaela acallaba su conciencia, envuelta siempre en sus exquisitos guantes. Esta era la primera Rafaela con su tranquila vida familiar. El futuro, también suyo, era impensable. La Rafaela mimada iba a transformarse en una Rafaela valiente, sin miedo a los callejones oscuros, a las escaleras estrechas de los burdeles, a la suciedad espiritual y social de un Bilbao que ella, una mujer de la más alta alcurnia, nunca había conocido.
Las más sublimes historias empiezan y terminan con naturalidad. Un día, Rafaela se dio cuenta de que ese no era el camino. Hacía falta implicarse y salvar a aquellas desgraciadas, mujeres que malvivían con el alma embarrada en los arrabales de Bilbao. La nueva Rafaela no tiene nada que ver con la otra, aunque es la misma que va a cuidar a las jóvenes sin esperanza y sin el cariño de nadie, sin vestidos bonitos ni cadenas de oro. Unas mujeres explotadas sexualmente y con enfermedades venéreas. Ella, que no soportaba la suciedad, a la que le gustaba el olor de la colonia, el pelo recogido en trenzas y sofisticados moños, y las puntillas y trajes ajustados.
En 1900, cuando Bilbao entraba en el siglo XX, murió Rafaela Ybarra, un día como hoy, 23 de febrero. La villa no era consciente de que en el cementerio de Mallona se había enterrado a una santa.
El mundo seguía sus progresos. Henry Ford revoluciona el mundo del automóvil, Ferdinand Zeppelin pilota el primer dirigible rápido y, poco después, los hermanos Wright son los primeros en realizar un vuelo en avión controlado; Francia y Gran Bretaña firman la Entente Cordiale para poder enfrentarse unidos al gran poder alemán, Einstein formula la Teoría de la Relatividad y Sigmund Freud escribe La interpretación de los sueños.
Ha pasado el tiempo, Rafaela Ybarra fue un pilar que sostuvo las reivindicaciones de la mujer. Fundó -siendo madre de familia numerosa- la Congregación de los Ángeles Custodios y dejó construida la casa matriz de la orden en Zabalbide, su sueño. Ayer subí a Zabalbide. Me gusta pensar que la verá desde el cielo como la proyectó. Todo fue diseñado por ella con el arquitecto Basterra, que entendió perfectamente lo que quería. Hay patios, interiores y exteriores, jardines, campo de deportes. Nada quedó sin pensar. Zabalbide acoge a todos. He visto bebés, cunitas, niños que juegan, jóvenes que estudian camino de la universidad. Están felices. Las religiosas de los Ángeles Custodios hacen de madres de los más pequeños porque, quizá, cuando lleguen a sus casas algunos no tendrán el calor que necesitan. Se distribuyen ordenadamente salas para profesores, salones de actos, pequeñas estancias para reuniones y estudio. Una biblioteca de madera preciosa donde cualquier estudiante -o no estudiante- quiera perderse. En el edifico se puede rezar en un oratorio grande, otro más pequeño en el segundo piso para las religiosas y, en el ático, un tercero, todo de madera, que parece una casita nórdica. Rafaela y su marido, José de Vilallonga, reposan en el primer oratorio, al lado del Sagrado Corazón de Jesús y el Sagrado Corazón de María. Y en el centro del altar, los ángeles. Como los vio Rafaela en un éxtasis místico.
Pienso que a Rafaela le gustaría ver a sus religiosas ahora. En la paz del entorno viven muchos años, hay una de 90, otra de 98 y hasta una de 101 años. Van pasito a pasito, con su carrito, queridas por sus hermanas como niñas pequeñas que empiezan a vivir. Saben que se morirán pronto, pero para ellas empieza una nueva vida que se adivina en sus ojitos de paz. Tienen la piel tersa porque no han hecho gestos de mal genio, siempre han estado radiantes de haberse entregado a Dios cuando tenían 15 años. Comen sin prisa y las más jóvenes les dan los caprichos que piden.
Fuera, el planeta vive el desorden de cada día de 2017. Donald Trump es el 45º presidente de Estados Unidos, habrá elecciones en Francia y Alemania, la final de la Champions se jugará el 3 de junio en Cardiff, se cumplen cien años de la revolución rusa, en marzo se abre oficialmente la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el Certamen de Eurovisión se celebrará en Kiev (Ucrania), se rodará la tercera parta de Star Wars?
Hoy, en Zabalbide, el obispo de Bilbao celebrará una misa a las 7.00 de la tarde en recuerdo de la muerte de Rafaela Ybarra. La Iglesia la declaró beata y ahora se espera su santificación. Dios no tiene prisa.