DESCONOZCO si la esposa de Bárcenas ha sido contratada por una famosa marca de tiendas de electrodomésticos, pero me reconocerán que su clamoroso “yo no soy tonta” resulta sorprendente en una persona de cierto nivel cultural, suficiente al menos para caer en la cuenta de si en el establecimiento en que estaba era un banco o un pub.
Algo parecido les ocurre a muchos consumidores que son tratados como tontos cuando acuden a su establecimiento de referencia y, confiados por la trayectoria ejemplar de dicho comercio, pasean el carrito por los pasillos donde son reclamados por una variopinta amalgama de trucos y, en algunos casos, especialmente aquellos que optan por el producto local, son atraídos por los colores de las numerosas ikurriñas que pueblan las estanterías. Ocurre que, a veces, no tan infrecuentemente como alguno desearía, la persona encargada de colocar ikurriñas se emociona, se viene arriba y acaba colocando la bicrucífera bandera hasta a las bandejas de carne alemana. Soy consciente de que en algunos casos es un error puntual fruto del despiste, pero es bastante corriente observar grandes carteles publicitarios y/o señalización de producto local aún a sabiendas de que el producto local escasea u ocupa bastante menos de lo señalizado.
Ahora bien, yo suelo utilizar una expresión -el copyright es mío- en la que digo que “soy tonto y de pueblo, pero no el más tonto del pueblo” y al igual que caigo en la cuenta de que la esposa de Bárcenas nos miente y toma como estúpidos al resto de la humanidad soy de la opinión de que nos toman por tontos aquellos que embolsan pimientos verdes con nombres vascófonos aun siendo de Marruecos, nos ofrecen queso ahumado tipo Idiazabal aun siendo de Castilla o aquellos otros que nos venden espárragos con nombres bien navarros aun siendo chinos o peruanos. Por tontos nos debe tener también el insigne comisario europeo de Agricultura, el irlandés Phil Hogan, quien afirma no comprender el motivo por el que los ganaderos europeos de leche protestaban a las puertas de las instituciones europeas cuando los precios están subiendo. Y no tengo más remedio que reflexionar sobre lo que este hombre estima buenos precios porque en el Estado el precio medio que perciben los ganaderos ronda los 0,30 euros/litro. Usted, estimado lector, que de tonto no tiene un pelo, habrá caído en la cuenta de las estrecheces que pasa una importante parte de los ganaderos que ordeñan, mañana y tarde, sí o sí, los 365 días del año y le anticipo que aquellos baserritarras que han acumulado cierto patrimonio, tal y como solía decir mi padre, no es porque ganen mucho sino porque apenas tienen tiempo para gastar lo que ganan.
Eso sí, los que nos toman rematadamente el pelo y nos consideran del género tonto son los máximos responsables políticos de la Junta de Castilla y León. Cuando el Gobierno central, cumpliendo directrices europeas, va a publicar unas ayudas a ganaderos que se comprometan a reducir su producción durante cierto tiempo, dado que todos los informes apuntan a un exceso de producción como motivo principal de la crisis del sector, va el Gobierno castellano-leonés, sacando pecho, y muestra su total apoyo a la macrogranja de 20.000 vacas que una cooperativa navarra piensa instaurar en tierras sorianas y sobre la que ya opiné en su momento.
No creo equivocarme al considerar que el apoyo a estas macrogranjas u otro tipo de macroexplotaciones agrícolas es ir contra el modelo mayoritario de explotaciones familiares y contra el tejido rural conformado por cientos de pueblitos en los que viven los productores. No caben lamentos a posteriori, pero tampoco valen políticos que dicen abogar por las explotaciones familiares cuando su práctica política va en dirección contraria.
En fin, que hagan lo que quieran, pero por favor, que no nos tomen por tontos.