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Anclados en el desatino

El PP debe reconsiderar cuanto antes el error político de su inflexibilidad y el despropósito ético de creerse en la verdad absoluta más allá de exigencias de la sociedad, incluso obviando en algún caso a las víctimas

LA negativa del PP a participar en la Ponencia sobre Memoria y Convivencia del Parlamento Vasco, que el resto de grupos de la Cámara sí impulsan con la intención de buscar consensos en torno “a la memoria, la convivencia, las víctimas, la deslegitimación del terrorismo y la violencia, la política penitenciaria, la libertad, la paz y los derechos humanos”, confirma que el partido que lidera Alfonso Alonso se halla muy lejos de comprender las necesidades e inquietudes de la sociedad vasca, lo que le aboca a una marginalidad electoral que se retroalimenta al responder únicamente a los supuestos fundamentos de lo que en Euskadi solo es una minoría política. La pretensión de excusar la autoexcluxión del grupo parlamentario del PP de la Ponencia en la consideración en la misma de la problemática que añade al proceso de normalización la política penitenciaria del Gobierno Rajoy, escudándose en que dicha consideración pondría en entredicho la deslegitimación del terrorismo que se explicita en la Ponencia y a la que el PP condiciona su presencia, hace evidente que los populares siguen anclados al pasado más de un lustro después, incapaces de incorporarse a los nuevos tiempos políticos abiertos al debate y el contraste de ideas con el fin de consensuar acuerdos que demanda la ciudadanía vasca. No se trata, como pretende Alonso, de que se haya dado “una involución” en los principios éticos que animaron la Ponencia de Paz y Convivencia de la pasada legislatura, sino precisamente de lo contrario, de una evolución que la sociedad vasca exige y a la que el PP demuestra no ser capaz de responder porque traslada de forma equivocada la severa firmeza empleada en la lucha contra el terrorismo a una interpretación inflexible, rígida e inclemente de principios éticos como el rechazo de las violencias y el reconocimiento a las víctimas de estas que, sin embargo, deben ser contemplados desde la vertiente de la protección de los derechos humanos y con el objetivo de promover la libertad y la paz. No es otra cosa lo que demanda Euskadi: diálogos que contribuyan a poner fin a los desencuentros que durante décadas han tenido una cruenta e irracional derivada violenta. Y el PP debe reconsiderar cuanto antes el enorme error político de no participar en los mismos y el desatino ético de creerse en posesión de la verdad absoluta, incluso por encima de la de las mismas víctimas en algún caso.