Urkullu, Otegi y la memoria
La puesta en libertad de líder de la izquierda abertzale ha sido el pistoletazo de salida de la precampaña de EH Bildu, que sigue pretendiendo un relato del pasado éticamente indigerible
LA puesta en libertad de Arnaldo Otegi el pasado 1 de marzo tras más de seis años de prisión parece haber sido el revulsivo que estaba esperando y necesitaba la izquierda abertzale después de muchos meses de inmovilismo en aspectos claves relacionados con la paz, la convivencia y la memoria, pero también en cuestiones de política general fundamentales para el bienestar de Euskadi. De este modo, la nueva situación de Otegi como persona libre tras cumplir su condena ha supuesto para Sortu y EH Bildu el pistoletazo de salida de una precampaña electoral que, si se cumplen las previsiones y a expensas de lo que pueda ocurrir con la formación de gobierno en el Estado español, durará hasta otoño, cuando tendrían lugar las elecciones vascas. De hecho, solo once días después de que Otegi traspasara la puerta de la cárcel de Logroño, EH Bildu hizo pública ayer su propuesta a las bases para que el líder de la izquierda aber-tzale encabece la candidatura a la Lehendakaritza. En este corto periodo de tiempo, además, ha tenido lugar una agria polémica entre representantes de la izquierda aber-tzale y del PNV en medio de mensajes cruzados por parte del propio Iñigo Urkullu, fundamentalmente respecto a cuestiones relacionadas con la memoria. Ha bastado que el lehendakari, en un acto conmemorativo en Michelin, recordara al directivo de esta emblemática fábrica de Gasteiz Luis Abaitua, que fue secuestrado por ETA justo hace 50 años en una acción por la que fue condenado Otegi, y a los empresarios extorsionados para que saltaran las alarmas en la izquierda abertzale, de modo que le faltó tiempo a Pernando Barrena y a otras fuerzas vivas políticas y mediáticas para arremeter de manera tan burda como reveladora contra la supuesta memoria selectiva y la presunta “utilización de la violencia” por parte del PNV. Una acusación tan grave como insostenible en términos éticos, políticos y, por supuesto, jurídicos. Es evidente que la izquierda abertzale sigue encontrándose sumamente incómoda en el debate de la memoria e intenta colar un relato democráticamente indigerible e intolerable. De ahí el nerviosismo y las prisas de algunos dirigentes, mientras ambas formaciones son capaces de alcanzar acuerdos de calado beneficiosos para el país. La izquierda abertzale -y también, claro está, Arnaldo Otegi- tienen aún pendiente saldar su deuda de memoria con las víctimas y con la sociedad vasca.