Las nuevas candidaturas políticas para la elecciones de 2015 ya están en los salones de retoque y diseño. A los nuevos políticos que van a entrar en escena deben darles el lustre y el marketing suficiente para ser cabezas de cartel. A los políticos avezados en las lides políticas y con pátina suficiente recogida en lo estrados de parlamentos, ayuntamientos o Juntas Generales, les basta con prolongar su estancia en los salones de moqueta y en los diferentes hemiciclos para darse por satisfechos. Han pasado cuatro años, y parece una vida. Desde el inicio de la crisis económica, y aún seguimos inmersos en ella, han sucedido hechos transcendentales. Será el domingo 20 de diciembre cuando se celebren las duodécimas elecciones a Cortes Generales desde la transición y las primeras con un nuevo monarca. 558 personas se van a repartir entre el Congreso y el Senado para analizar, debatir, aprobar, promulgar leyes, decretos y órdenes durante cuatro nuevos años. Y aquí llega lo curioso: ¿serán capaces de llevar adelante las promesas que en voz alta publicitan en su campaña electoral?, ¿serán capaces de servir de verdad al pueblo al que dicen representar?, ¿serán capaces de denunciar la corrupción, si la hubiere, y salir indemnes de las diferentes tropelías a las que puedan verse arrastrados en sus gestiones políticas diarias? Ha llegado el momento de retratarse, de ponerse de frente y de perfil, de mostrar el rostro más humano y cercano, de fijar la sonrisa atractiva y sobre todo de mostrar honestidad en su imagen. Todo esto y mucho más supondrá que la papeleta que lleva su nombre sea depositada en las urnas y de aquí a cuatro años podamos señalar que de verdad ¡valía la pena! Pero los ciudadanos y ciudadanas también deberemos ser fieles y demostrar que queremos en la política a personas limpias de polvo y paja, limpias de corrupción y, sobre todo, honestas y honradas con las propuestas prometidas en campaña electoral.