LA primera visita del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a Catalunya desde que se precipitara el proceso soberanista, cuyo último hito fue la consulta en forma de jornada participativa celebrada el 9-N -es decir, hace ya tres semanas-, contó ayer con algunos elementos significativos pese a que resultó altamente decepcionante teniendo en cuenta que se trata de la respuesta de un Ejecutivo a un planteamiento democrático de un Gobierno y de una parte importante de la población de un país.
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