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Impunidad absoluta

Empleo poco tiempo en escribir estos artículos, pero antes de enviarlos ya se han quedado obsoletos por la aparición de un nuevo escándalo. Cuando parecía que nada podía sorprendernos entre la interminable lista de casos de fraude y corrupción que día a día nos sobresaltan, salta a los medios una nueva operación judicial que ha destapado quizá la mayor trama criminal (según el auto del juez) que afecta a políticos, empresarios y toda una red municipal autonómica, que ni en los mejores tiempos de una España caciquil, donde se compraban y vendían favores con total impunidad, se habían conocido. Las cabezas más visibles de todo este entramado: el que fuera número dos del PP madrileño, Francisco Granados, y su principal socio en esta trama, fueron enviados a prisión sin condiciones por orden del juez. Pero si hay algo más indignante que la propia corrupción, es la impunidad absoluta, la sensación que nos queda que al final no pasa nada y que todo se olvida y no bastan ya las disculpas y los perdones por parte de los que fueran sus jefes más directos, Esperanza Aguirre o el propio Rajoy, cuando vemos que toda esta gentuza se lo lleva todo, y más aberrante todavía cuando vemos que familias enteras no pueden costear los libros escolares a sus hijos por falta de recursos y tendrán que ir al colegio con un bolígrafo y un cuaderno. Los ciudadanos estamos hasta los mismísimos. Un político o dirigente no puede equivocarse al elegir a los que le rodean pero si así sucede debe dimitir. Igual es la hora que las urnas hablen y que digamos Basta ya. ¿Cuánto más queda ya por salir?