Nuevo rey, ¿para el cambio?
Se me antoja prudente iniciarme anteponiendo mi sentimiento antimonárquico. De todas las monarquías. Me es indiferente las titulen de románica, autoritaria, parlamentaria que constitucional. No digo nada de la que ahora está en el ojo del huracán, a la que puedo hasta aborrecer pensando de donde emana y se nos impone. No nos engañemos. Todo esto no proviene del tránsito político 1975-78. Se inicia en 1947, cuando el galaico de Ferrol, el gran dictador y mejor criminal de guerra... y posguerra, promulga la Ley de Sucesión, una de las ocho Leyes Fundamentales del franquismo, y establece que será él quien designe su sucesor. Vamos, todo atado y bien atado y muy próximo a la democracia y a la voluntad del pueblo soberano. Instalados ya en el año 14 del siglo XXI, solo puedo rogar a Felipe VI, jefe del Estado de España, que lo sea (no cabe otra), pero para el cambio. Comprendo, que no entiendo, que a semejante figura le corresponda leer lo que le escriben, pero no es comprensible para el pueblo liso y llano que tenga que aceptar todo a pie juntillas. A modo de ejemplo, me viene a cuento lo que el entonces y hasta el día 18 príncipe tuvo que discursear en la clausura del II Foro Estratégico de las cajas de ahorro, en octubre de 2008 y que me permito transcribir: “Tenemos un sistema bancario altamente competitivo, muy eficiente y de gran fortaleza financiera. Y así se está demostrando en medio de las turbulencias de los mercados financieros mundiales”. Don Felipe, por favor, como se permite esto, cuando para entonces, hasta el interesado cabezón Rodríguez Zapatero había reconocido una clara desaceleración de la economía y el más tonto del pueblo (yo por ejemplo) ya percibía síntomás claros de podedumbre en la misma, ocasionadores de la grave crisis. Felipe VI, le seguirán escribiendo en La Zarzuela, vía Moncloa. Solo le pido sea usted mismo, fiel a sus súbditos y rechace triquiñuelas.